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Corría el mes de abril del año 1997 e iniciaba una importante jornada electoral. Por primera vez en la historia moderna del país, los habitantes de la Ciudad de México elegiríamos a quien nos gobernaría hasta el año 2000 y a los integrantes de la primera Asamblea Legislativa que tendría facultades similares a las de un congreso estatal; además sería también, la primera vez que –activamente– participaría en una campaña electoral.


Ahí tuve la oportunidad de conocer a quien sería mi primer jefe político y amigo: Sebastián Lerdo de Tejada Covarrubias, quien –en ese entonces– contaba sólo con 30 años de edad y ya había ocupado una curul como Diputado Federal. Conocí a grandes amigos, compañeros de vida, con quienes vivimos grandes experiencias, sumamente enriquecedoras, que permitirían afianzar los deseos de participación política, ese emblemático “equipo de 1997”.
La campaña fue muy intensa. Durante poco más de tres meses recorrimos, casa por casa, todas y cada una de las colonias de la parte nororiente de la delegación Álvaro Obregón, lo que nos permitió conocer muchas realidades, grandes problemas y necesidades que invariablemente hicieron que cambiara nuestra percepción sobre la situación social de la Ciudad de México. Sin lugar a dudas tuve el alto honor de participar en una de las mejores campañas que llevó a cabo el PRI en ese año en la Ciudad, pues fue la más intensa, cercana y humana que se realizó, esto reconocido tanto por la dirigencia local del partido como por los entonces contrincantes de otras fuerzas políticas.
La experiencia fue más que enriquecedora. Los ánimos estaban por los cielos y teníamos certeza del triunfo. Desgraciadamente la voluntad de la ciudadanía no nos favoreció. Ese año ningún candidato del PRI llegó a la curul por la vía de representación proporcional, pero lo ahí vivido indudablemente nos marcó para continuar en el servicio público y seguir firme en ideas y convicciones.
Mucho dejó la experiencia de haber estado en campaña en ese histórico 1997, pero lo más importante son las amistades ahí gestadas y las experiencias obtenidas. Sobre todo haber tenido la oportunidad de aprender a hacer política de acercamiento a la sociedad con un joven ansioso por servir, convencido de sus ideas y principios políticos como lo fue Sebastián Lerdo de Tejada Covarrubias, quien donde quiera que esté, puede estar cierto que sembró una semilla de servicio público e identidad política en un grupo de jóvenes que hoy, al paso de los años, nos mantenemos en la ruta de servir y querer a México. ¡Gracias!
@AndresAguileraM