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Ciertamente, los liderazgos se crean y forman cuando éstos surgen del seno del complejo social al que representan y –sobre todo– se preparan para ello. Se nutren de sensibilidad social y política; se forjan en las calles y el estudio, y

se concretan en el ejercicio de las responsabilidades de representación y dentro del servicio público.
Por desgracia, hoy no vemos más que currículos académicos inflados, llenos de títulos huecos cuyas habilidades no se materializan en eficacia o eficiencia en el ejercicio de la función pública.
Vemos –con silenciosa complicidad– como los especialistas en mercadotecnia crean imágenes falsas, que sirven para vendernos políticos cuales producto milagro que se ostentan como las mejores opciones para encabezar las instituciones de gobierno, mientras que –en la praxis– hacen gala de incompetencia, corrupción y frivolidad, al tiempo que deterioran las instituciones del Estado Mexicano.
Aunado a ello, la crisis de falta de liderazgos se agudiza al presentarse oportunistas que, postrándose como moralinos hipócritas o mesiánicos advenedizos, que se autocalifican como “moralmente solventes”, pretenden sorprender el hambre de liderazgos sólidos predominante en la sociedad y así asaltar el poder público, al tiempo que sacian ambiciones personales y empoderan a los grupos reales de poder a quienes deben lealtad y financiamiento, mientras que los representados, la sociedad que evidente y cínicamente ha sido abandonada por quienes ejercen la actividad política, exige respuestas a la conflictiva social que, día con día, se agudiza con el terrible riesgo de arribar a una crisis que difícilmente podremos abatir.
Ante este panorama, difícilmente se puede ignorar una realidad irrefutable: hoy en México hacen falta líderes que tengan la capacidad de encabezar la vida política nacional en su conjunto, pues ni el grupo gobernante ni la oposición han logrado generar la credibilidad necesaria que se requiere para cobijar un liderazgo que esté en condiciones de encabezar, con absoluta legitimidad, las instituciones del gobierno.
Los liderazgos políticos –hoy más que nunca– han perdido legitimidad y cercanía con la sociedad a la que deben de servir. No basta con tener la voluntad, el dinero y los mecanismos y accesos a los medios de comunicación, se requiere retomar la cercanía –real– hacia la ciudadanía para que ésta sea cabalmente representada y así poder generar los equilibrios necesarios para forjar un Estado en el que se prepondere el bien público sobre aquel de grupos o facciones.
@AndresAguileraM