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Las buganvilias afloran a lo largo de las calles de la Ciudad de México. Los tonos lilas destacan de entre los grisáceos del concreto y el pavimento. Las personas caminan por las banquetas dirigiéndose a sus destinos ignorando a los otros que pasan a sus lados. Los vehículos –bicicletas, motocicletas, carros, camionetas, camiones, autobuses– corren a lo largo y ancho de las calles y avenidas encaminándose a sus destinos. La Ciudad vive su normalidad cotidiana a pesar de los terribles problemas que se generan a partir de su inmensidad.

Con casi ocho millones de habitantes, la Ciudad de México, capital de la República Mexicana y su zona conurbada, son el décimo centro urbano más poblado del mundo. Su densidad poblacional implica la necesaria convivencia e interacción de millones de seres humanos, lo que trae consigo un sin fin de complejidades y problemas que requieren atención y solución por parte de las instancias de gobierno.

La prestación de los principales servicios públicos como: seguridad, justicia, acceso al agua y a la energía eléctrica; creación y pavimentación de vialidades; transporte, entre otros, se genera con cierta regularidad en gran parte de su territorio y está garantizado para una gran mayoría de los habitantes de esta megalópolis.

Si hacemos una revisión de la infraestructura urbana con la que cuenta la Ciudad de México, veremos que existen miles de kilómetros de pavimento, millones de kilómetros de tendido eléctrico y cableado para servicios de telefonía y difusión de datos; miles de kilómetros de tubería que distribuye agua que se obtiene tanto del subsuelo como del Sistema Cutzamala y que garantiza el acceso al vital líquido a millones de personas, y –otro tanto– que desagua las anegaciones que se generan ante las lluvias que invaden las vialidades de la capital.

La infraestructura urbana con la que cuenta la Ciudad de México es una de las más grandes del mundo. Ello no es producto –ni gracia– de un sistema o partido político, o una forma determinada de gobierno, sino del esfuerzo de miles y millones de servidores públicos que, diariamente, han ofrendado sus conocimientos, artes y capacidades para garantizar que continúe la viabilidad de la Ciudad.

Desde su incursión a la modernidad hasta nuestros días, la Ciudad de México se ha ido transformando para atender las demandas de los capitalinos. Hoy el reto no es sólo garantizarlos, sino hacerlos más eficientes. Por ello, ante esta realidad, el principal reto que habrá de afrontarse y que deberá de plasmarse en su Constitución no es la repetición de derechos existentes y reconocidos por el Pacto Federal o los Tratados Internacionales, sino en crear un andamiaje jurídico-administrativo-organizacional que no sólo mantenga la eficiencia de los servicios públicos actuales, sino que les brinde las herramientas necesarias para garantizar una mejora constante.

@AndresAguileraM