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Durante los últimos días, he visto, con mucho interés, que existen muchas manifestaciones sobre el derecho de unos y otros a expresarse en torno a la aceptación o rechazo de los matrimonios igualitarios y sus repercusiones con respecto a la evolución de las familias. En lo personal, mi postura es clara: yo estoy a favor de que cada quien

se case con quien, por propia voluntad lo desee, sin que se afecten los derechos de nadie. Si una pareja heterosexual o una homosexual deciden contraer matrimonio, es cosa que sólo a ellos les incumbe. La función del Estado es garantizar que, quien lo desee hacer, lo pueda realizar.

Este tema ya fue ampliamente debatido en la Ciudad de México, Coahuila y Morelos, y hoy se pretende abrir este debate a nivel nacional. Para ello, considero oportuno reflexionar sobre los siguientes puntos:

Primero, es importante reiterar que el matrimonio no es un asunto "natural". Es una institución creada por la sociedad y el Estado, que ha evolucionado con el paso de los años, conforme a las culturas y a la necesidad de ubicar y delimitar la ascendencia y descendencia de la gente. El concepto de matrimonio que actualmente conocemos –y al que los grupos conservadores llaman “natural”– está basado en la institución jurídica del derecho romano llamada “Manus” (matrimonio); así como la idea de familia está basada, principalmente, en la “Domus” romana.

Segundo, es importante hacer mención que, muchas de los argumentos vertidos en contra de la legalización del matrimonio igualitario se refieren a relaciones interpersonales, lo que implica que son cosa de la esfera privada; máxime tratándose de preferencias sexuales. Por ello, no le toca al Estado juzgarlas o prejuzgarlas; sólo le corresponde garantizar que, mientras sean consensuadas y dentro del marco de la ley, estas se puedan llevar a cabo.

Las religiones son, igualmente, cosas del ámbito privado. Cada quien profesa la religión que mejor le plazca, si así lo desea. Si no quiere practicar ninguna, también es derecho de cada quien. En este orden de ideas es importante enfatizar que los líderes religiosos solo deben velar porque sus feligreses sigan las reglas de cada religión y la primera de estas reglas –coincidente en todas– es "amar a tu prójimo como a ti mismo".

Si los líderes religiosos, en ese carácter, intervienen en los asuntos del Estado, deben ser sancionados en términos de la ley, pues existe algo llamado “Estado Laico” y que es parte de nuestra norma fundamental. Muchos hombres y mujeres ofrendaron su vida para que ninguna religión se impusiera sobre otra y evitar las canonjías mundanas para “siervos de la espiritualidad”. Ninguna religión, o creencia debe imponerse sobre las decisiones del Estado.

En conclusión: la mejor solución al encono es evitar prohibiciones e imposiciones de modelos obsoletos de “matrimonio” y “familia”. La realidad nos ha demostrado que, ni el más férreo de los decretos, puede transformar la realidad. Hay que aceptar que existen realidades que se impusieron a dogmas y modelos que, jamás, pudieron concretarse como único.

@AndresAguileraM