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Leer, analizar y comentar las noticias de los sucesos políticos de México en la actualidad –además de cuestionarnos sobre nuestra razón y entendimiento– nos obliga inevitablemente a retornar hacia aquello que nos hizo interesarnos en “La Cosa Pública”

y que –quizá inconscientemente– nos mantiene en el servicio público, no sólo como opción de desarrollo profesional y laboral, sino como estilo de vida. Por ello, quisiera compartirles algunas reflexiones personales que pretenden explicarles la razón de mi pensamiento y el por qué de mi forma de reflexión.

Recuerdo que, cuando me interesé en el servicio público, cursaba el segundo año de preparatoria. Las acaloradas discusiones que sostenía con maestros y compañeros de aula, relacionadas con la vida política del país, surgían de forma natural y, en ocasiones, hasta sin querer. Extrañamente a la edad y condición propia de la rebeldía, mi postura siempre fue en defensa del régimen predominante; más que por convicción, sentía que era mi obligación –cuasi familiar– defenderlo. Para ello, me fui adentrando en el estudio de la historia del país; en especial los sucesos políticos acontecidos tras los levantamientos armados de 1910 y posteriores y en su inevitable consecuencia: la promulgación de la Constitución Política de 1917 en donde se estatuyó un nuevo pacto político nacional fundado en objetivos precisos que se resumen en: Democracia, Educación, Libertad, y Justicia Social.

A partir de ese momento –quizá orillado por el idealismo y por la inevitable influencia familiar– me identifiqué con estos objetivos, los que asumí como un compromiso personal, para enarbolarlos como principios que debían lograrse en el actuar en la función pública.

Por ello conocí los principios ideológicos que fundaron al Partido Nacional Revolucionario; mismo que se transformó en el de “la Revolución Mexicana”, para después dar paso al actual Revolucionario Institucional y –entenderán– coincidí con ellos y los asimilé como propios. En ese momento me comprometí a que las palabras “Democracia y Justicia Social” tuvieran significado; valor y compromiso no sólo en el ejercicio de la función pública, sino en mi vida en general.

Consideré que ello me haría digno de participar en los esfuerzos de quienes hacían que el Estado Mexicano funcionara como mecanismo para el bien público, y con ello lograr consolidar una sociedad educada y con grandes posibilidades de realización individual, familiar y colectiva; en el que los únicos límites a las aspiraciones personales sean la imaginación y el respeto hacia los demás.

Así fue como me convencí que mi vida profesional debía desarrollarse en el ámbito del servicio público: embriagado de ideales, sustentados en principios y legítimas añoranzas. Entendí que la mejor manera de hacerlo era conociendo la ciencia jurídica; el Derecho que es la forma en la que se materializan esas añoranzas y se busca la forma de materializarlas.

@AndresAguileraM