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El horizonte de la República es oscuro. La andanada de populismo que escala a nivel mundial, embate la vida democrática del mundo y México, desgraciadamente, no está exento de esta circunstancia. La culpa es de muchos que han visto al servicio público

como un botín para saciar ambiciones desmedidas, aparejada a una gran indolencia e ineptitud en el ejercicio de las funciones públicas; que han hecho que la sociedad pierda la –ya de por sí poca– confianza en las instituciones de gobierno.

Sin duda es desalentador y desesperanzador ver como el esfuerzo y sacrificio de millones de mexicanos, hoy es aprovechado por ineptos y soberbios ambiciosos para amasar groseras fortunas en detrimento de la gente. Pero más desafortunado es el hecho de que hoy no exista un grupo, partido o asociación de la que –siquiera– se pueda presumir la intención de verdaderamente servir a México. Los principios han muerto, junto con los ideales y objetivos en que se fundó el proyecto de nación de la Revolución Mexicana.

La realidad puede más que cualquier discurso; lo evidente se impone a cualquier buena intención. La inconformidad de la gente tiene su fundamento en un desencanto generado por la falta de bienestar para las familias mexicanas y al incumplimiento de las mínimas obligaciones de su clase gobernante. “Ningún chile le acomoda a la sociedad mexicana”.

Gracias a la corrupción, a la impunidad y a la ineptitud se ha perdido el rumbo del país y la confianza de la gente. Su clase política está enfrascada en luchas fratricidas por el control político de las instituciones públicas sin el respaldo popular y sin que medie ideal, principios o proyecto real de nación, pues el proyecto democrático de la Revolución Mexicana ha sido sustituido por el régimen de la desilusión y el enfado.

Gran error ha sido prostituir principios e ideales en pos de beneficios económicos, pues hoy cualquier decisión tomada genera sospecha; cualquier acción bien realizada se percibe con recelo y se duda de sus bondades, por más evidentes que estas pudieran ser. Ya nadie le cree al gobierno ni a los institutos políticos; pues la desesperanza, el desencanto y el enojo son un campo fértil para que falsos profetas prometan resolver problemas en 15 minutos; o en echar para atrás reformas constitucionales para re nacionalizar los enseres de la nación entregados a intereses privados. Hoy, cualquiera que se postre a ir en contra del régimen actual y sus satélites, se vuelve una opción de alternancia y no es para menos. La corrupción rampante y la insolente impunidad han hecho mella en la sociedad que, por tanto agravio y cínico desfalco, ya no espera nada bueno de nadie que se dedique a “lo político”.

La suerte está echada. México se acerca a tomar la opción de ir en contra del régimen y de su clase gobernante, aún y cuando con ello arrastre lo poco que queda de los triunfos logrados en pos de la Democracia y la Justicia Social. Al tiempo.

@AndresAguileraM