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El espíritu neoliberal predominante en los gobiernos mexicanos de los últimos 30 años, hizo que el comercio internacional formara parte de nuestra cotidianeidad. Hoy por hoy el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es parte de la normalidad social. En los centros comerciales, las tiendas de conveniencia y hasta en las “tienditas de la esquina”, encontramos productos tanto de producción nacional como extranjera, especialmente provenientes de los Estados Unidos de América y de Canadá.

El comercio en nuestro país está integrado por productos y servicios provenientes de los países que hace 24 años decidieron eliminar aranceles y trabas para extender en su territorio prácticas comerciales coincidentes. Materias primas, fábricas, tiendas y demás condiciones relacionadas, son prácticamente iguales en cualquiera de las naciones que lo conforman. Los precios llegan a variar según su lugar de manufactura o por las condiciones fiscales particulares de cada nación. Así formamos el bloque comercial que abarca el mayor territorio en el orbe.

Sin embargo, tras el arribo de Donald Trump al poder y de su idea chauvinista y en extremo proteccionista de cancelar el TLCAN, actualmente se están celebrando mesas de trabajo encargadas de revisar los diversos capítulos que lo conforman, buscando modificarlos a efecto de evitar “disparidades” e “injusticias” entre los socios comerciales.

Ciertamente la postura del gobierno estadounidense ha sido de franca oposición a las pretensiones canadienses y mexicanas, por mantener vivo el tratado comercial icónico de la globalización que, sin duda, ha traído beneficios para las naciones firmantes; pero que la administración Trump se resiste a aceptar y, en los hechos, se niega a continuar.

Ante este escenario, es necesario preguntarnos ¿Qué tan necesario es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ante una postura necia y recalcitrante que pretende desfavorecer a dos de tres socios comerciales? ¿De verdad sería fatídico que se cancelara? La realidad es que no. México es un país que cuenta con los recursos naturales y las condiciones para sobrevivir a la cancelación. Ciertamente requeriríamos de ajustes, no menores a la política económica y fiscal del gobierno, pero podríamos sobrevivir a una situación de esta naturaleza.

Mas allá de posturas ideológicas sobre globalización y nacionalismo, lo cierto es que los gobiernos tienen que encontrar mecanismos para hacer que los países subsistan pese a las calamidades que se les presente. Por ello, es indispensable que el gobierno mexicano comience a realizar acciones tendientes a menguar los efectos negativos de una, quizá, inminente salida del TLCAN y comenzar a preparar a todos los sectores productivos del país para ello. No es un escenario lejano, por el contrario, parece más cercano que nunca, lo que revive en importancia y actualidad aquella frase del maestro Jesús Silva Herzog que reza: Recuérdese que la base de la independencia política reside en la independencia económica”.

Si México no retoma la ruta de la autosuficiencia y la independencia económica, estaremos sujetos a los vaivenes de los caprichos de dictadores y falsos profetas que pongan en riesgo la estabilidad y tranquilidad de la población de las naciones.

@AndresAguileraM