Durante estos días en que celebramos la Independencia de nuestro México, se habla mucho de la libertad, de hechos históricos que exaltan la autonomía de nuestro país y su importancia para el ser humano. El axioma indica que “si nuestra nación es libre, las personas lo serán en consecuencia”. Ese es el

hito ideológico fundacional de nuestro país.

La libertad es connatural al ser humano y su presencia es indispensable para su desarrollo pleno. Se materializa, como está plasmado en nuestra Constitución, en pensamiento, expresión, tránsito y conciencia, pero es más que eso: todas dependen de la libertad de decisión, sin ella, todas las demás son efímeras e inalcanzables. 

Decidir es la máxima expresión de la libertad. Para ejecutarla —paradójicamente— es indispensable que se realice sin ataduras ajenas a la voluntad que la condicionen o la predispongan hacia una determinación estatuida por convencionalismos, prejuicios, o la aceptación de las mayorías. En este rubro, México tiene un gran adeudo con las mujeres. Pese a que muchas de ellas contribuyeron —y contribuyen— enormemente a la consumación de la independencia, no sólo en las luchas armadas sino en la construcción propia y constante del Estado liberal en el que hoy vivimos.

La entrega de la mujer en a la causa libertaria está plasmada en los anales de la historia. Desde las grandes y notables heroínas hasta las anónimas guerreras que obsequiaron —y obsequian— vida y obra en todos los rincones del territorio nacional, contribuyen a la permanencia y continuidad del estado liberal 

Esta semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dio el primer paso hacia un estado liberal igualitario, en el que la una decisión unipersonal, individual y compleja, como lo es la interrupción legal del embarazo, pueda ser tomada sin que el Estado sancione esa conducta. Sin embargo, este es uno de muchos obstáculos que las mujeres enfrentan para ejercer su libertad de decisión a plenitud.

Todavía falta vencer muchos convencionalismos que injustamente merman su libertad. La violencia física, psicológica y económica que se ejerce todos los días en muchos de los hogares mexicanos; la presión social que implica el juzgar estilos de vida basados en convencionalismos arcaicos e hipócritas que distan mucho de la realidad pero que obligan a la clandestinidad y al encarcelamiento provocado por el “qué dirán”, basado en la idealización de la castidad y la sumisión. Así continuaríamos una lista interminable de barreras que con el paso del tiempo se han ido forjando hasta crear prisiones que generan la esclavitud más pesada a la que se ha condenado a la humanidad: la incapacidad de decidir en libertad.

Hasta en tanto no se derriben esas barreras que merman la libertad de decisión que le han sido impuestas injustamente a las mujeres, la libertad será sólo una buena intención, irrealizable y distante a la realidad. 

México es un país con grandes bases libertarias. Su historia no se comprende sin ellas y menos sin la participación de las mujeres. Todos tenemos una gran deuda con ellas que debe ser saldada a la brevedad. La SCJN ya dio el primer paso. Vamos por todos los que faltan.

@AndresAguileraM