Ha pasado un año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y los partidos de oposición no se han dejado sentir. Salvo el

 PAN, los demás están replegados, agachados y hasta atemorizados.
En general, no hay oposición de partido. Acción Nacional quiere hacer contrapeso, nada más que todavía no remonta sus divisiones internas que tanto le dañaron en el proceso electoral de 2018.
Ahí va. Le falta. Ya recuperó a Vicente Fox; tiene pendiente la reconciliación con Felipe Calderón. Su recuperación podrá medirla en las próximas elecciones intermedias, cuando llegue la hora de renovar la Cámara de Diputados.
El PRI ha sido evidente que se siente mucho más cómodo como aliado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). No quiere pleitos y menos bloquear los planes del nuevo gobierno.
¿Por qué la sumisión del PRI?
Por la sencilla razón de que hay integrantes de la cúpula que tienen cuentas pendientes y temen que los puedan perseguir si decidieran levantar la voz o empezar a criticar los planes oficiales. Encontró que los más convenientes en estos tiempos es echarse para atrás, no moverse o nadar de “muertito”.
El resto de los partidos está muy chiquito, solo les preocupa por no perder el registro ni el financiamiento público. Poco queda del PRD que gobernó la Ciudad de México y compitió por la presidencia de la República.
Tampoco las organizaciones que buscan obtener su registro ante el INE parece que van a marcar diferencia.
Definitivamente, después de un año de la Cuarta Transformación (4T), lo que hay es una oposición enana.
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@zarateaz1