El periodista, Raúl Correa Enguilo, en alguna ocasión tuvo la suerte de encontrarse en Paseo de la Reforma con el nicaraguense Daniel Ortega, en 1991, cuando había concluido su primer mandato como presidente de su país.
Sacó de inmediato la grabadora y lo entrevistó. Su información al día siguiente ocupó espacio en la primera plana del diario El Universal. 
Correa era identificado como informador que simpatizaba con ideas y personajes de izquierda, pero siempre procuró y consiguió que sus convicciones políticas no se reflejaran en sus escritos periodísticos. 
 
Austero, habitante de Nezahualcóyotl, no daba crédito el día recibió sustanciosa comisión de publicidad por las fuentes o dependencias que tenía asignadas para darles cobertura como reportero. A tal punto que pidió consejo y auxilio de su jefe inmediato para ahorrar e invertir sus ingresos. El beneficio le duró poco, apenas medio año, porque la empresa editorial determinó que ya no pagaría comisiones por publicidad.
 
Encontró trabajo en el servicio público. Primero en el equipo del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en el gobierno de la Ciudad de México. Después siguió con Andrés Manuel López Obrador, también en la CDMX. A los dos consideraba amigos. Una tercera oportunidad se la dio Yeidckol Polevnsky. Lo nombró vocero de Morena, partido en el poder. Cuando se hizo el anuncio, pudo medir su vasta popularidad en las redes sociales. Miles de personas celebraron su ascenso como comunicador partidista.
 
Para este año tenía planeado competir como candidato a diputado. Por desgracia, lo alcanzó el virus mortífero. Descanse en paz el periodista Raúl Correa Enguilo.
 
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