Difícil resulta entender el apoyo multitudinario e incondicional de un amplio sector de la población a las aberrantes estrategias y a las disparatadas políticas públicas de nuestro inquilino de Palacio, toda 

 vez que el retroceso económico ha situado a México como la cuarta economía con mayores índices de pobreza general y extrema en América Latina, solo por debajo de Honduras, Nicaragua y Guatemala, que en relación al 2019 aumentaron 9.1 y 7.7 %, respectivamente. De acuerdo con los datos aportados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el 50.6% de nuestra población se encuentra sumida en la pobreza, que alcanza cifras extremas en el 18.3%, a pesar del infructuoso y alienante populismo asistencialista, que requiere para su supervivencia de la inmovilidad social y que no supone en ningún sentido mejores condiciones de educación, salud, desarrollo personal o empleo.

El populismo Obradorista parece montarse sobre algo más que la instrumentalización de la pobreza, del rezago, del resentimiento social y la miseria; apela al adoctrinamiento popular, al desmantelamiento sistemático de los valores y las convicciones, al socavamiento paulatino de la individualidad pensante que, minada por los lazos despersonalizantes de una identidad grupal y dogmática, se sujeta progresivamente a la voluntad del líder. He aquí la relevancia de las "mañaneras", de la diaria exhortación evangelizante de su discurso elemental que recurre a la más primitiva emocionalidad para acicatear los afectos, el odio, el miedo, la culpa o el resentimiento, para "reformar el inconsciente" e injertar en el oyente los comportamientos esperados. He aquí la razón de ser de los 32 delegados estatales, de los 128 subdelegados estatales, de los 252 coordinadores regionales de los programas para el desarrollo y de los 18 mil 300 "servidores de la nación", que le cuestan al erario más de 3 mil millones de pesos anuales; un verdadero ejército de mercenarios ideológicos, huestes de brigadistas adoctrinados cuya encomienda inicial fue la promoción y la defensa del voto en la campaña presidencial de Morena y, más tarde, el levantamiento del "Censo del Bienestar" con la consigna de identificar a los posibles beneficiarios de los programas sociales del gobierno que, dicho sea de paso, nos costarán en 2021 alrededor de 303, 982 millones de pesos. Hoy día los siervos de la nación forman el entramado de una nueva y onerosa burocracia federal destinada a la promoción permanente, personalizada e ininterrumpida del inquilino de palacio y de las serviles marionetas que reparte a discreción en los puestos de poder.

Pero el "lavado de cerebro" se extiende a la población, a las conciencias vulnerables, al flanco débil de la sociedad, a quienes carecen de argumentos sólidos y suficientemente elaborados como para defender su identidad, su integridad de pensamiento y sus convicciones racionales; se les ataca en el plano anímico, se les coloca en el dilema de un maniqueísmo perverso que equipara la sumisión con el "acierto moral", el desacuerdo y la crítica con la iniquidad y la impudicia. Se emplea el lenguaje como arma de persuasión, como trampa cognitiva para esconder los hechos, para empapar de visceralidad y preñar de emocionalidad todos los temas, para introducir un léxico propio que polarice a la sociedad, que refuerce los lazos de identidad del "nosotros" contra el "ellos", que pueble de expresiones vacuas y carentes de contenido toda comunicación para evadir la argumentación, para implantar la retórica sin apelar a la razón.

Una sola frase pronunciada recientemente por una servidora de la nación a una mujer que hacía fila para la aplicación de la vacuna, da cuenta del aleccionamiento, del adoctrinamiento infame, de la capacidad de un régimen para desdibujar la personalidad y moldearla a capricho de su visión ideológica:

"Si la paso a usted voy a tener que pasar a todos los ricos que mandan aquí por contacto. Si yo la paso a usted le roba la vacuna a la prole".

Las juventudes hitlerianas (Hitlerjugend) fundadas en 1926, fueron organizaciones de la Alemania nazi dedicadas a adoctrinar a los jóvenes en las ideas de supremacía racial y en los ideales del nacionalsocialismo, cuyos miembros tenían entre 10 y 18 años. Los niños recibían instrucción militar y las mujeres eran formadas de acuerdo con la imagen idealizada de la mujer aria. Hitler en persona contribuía con sus discursos al "lavado de cerebro", que pretendía formar futuros soldados al servicio del Reich. Los jóvenes eran educados bajo una visión de odio y discriminación, que les impedía relacionarse con los "no arios" para evitar la contaminación racial. En 1943, cuando la guerra marchaba mal para Alemania, los jóvenes de HItler muchos con menos de 20 años y sin ninguna experiencia en combate, formaron la 12.SS-Panzer-Division "Hitlerjugend" que lucharía contra los aliados en el día "D". Al respecto de sus jóvenes, Hitler declararía:

"Estos jovencitos ingresan a nuestras organizaciones a los diez años de edad y a menudo respiran un poco de aire fresco por primera vez; después de 4 años de estar en la categoría de Jóvenes, pasan a las Juventudes Hitleriana, donde permanecen cuatro años más [...]. Aunque no son nacionalsocialistas completos, pasan al Servicio Laboral y ahí los preparan durante otros seis o siete meses...Y si les llega a quedar algún rastro de conciencia de clase o estatus social, las Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) se encargarán de que desaparezca."

No se confunda señor Obrador, los jóvenes de Hitler jamás sirvieron a Alemania; fueron tan sólo las víctimas vulnerables de un tirano demente.

Dr. Javier González Maciel

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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina