Quizá muchos de los mexicanos no hayamos entendido la verdadera finalidad
del Presidente Andrés Manuel López Obrador cuando se ha referido al cambio de paradigmas y el redimensionamiento del Sistema Político Mexicano. Para decirlo mejor, hasta ahora se ha contentado con desmontar la identidad que tradicionalmente percibían los mexicanos de las instituciones que nos hemos dado en los últimos cien años, pero la finalidad va más allá de ese siempre acto.
Hasta ahora la idea de una deconstrucción se ha empleado en el ámbito de la filosofía y la literatura con la finalidad de desmontar a través de un análisis de índole intelectual determinadas estructuras conceptuales que han sido soportes de paradigmas y principios que fueron concebidos para normar comportamientos colectivos. De lo que se trata es de propiciar una nueva cultura que diferencie lo establecido de lo anacrónico para provocar el surgimiento de una nueva concepción de principios y valores que impactan en el orden social.
La distinción entre lo anacrónico y lo deseable es producto de las capacidades de liderazgo de quienes se conviertan en los encargados del diseño estructural del proyecto, pero sobre todo de su autoridad moral para conducir el proceso de reinserción de valores y principios que otorguen viabilidad a los nuevos paradigmas destinados a convertirse en esas guías colectivas que implantarán los cimientos del nuevo orden social, y por consecuencia económico, cultural y político.
La mal llamada “Cuarta Transformación” no ha sido más que un lema para identificar esa diferenciación entre lo anacrónico y lo novedoso representado por el catálogo de buenos deseos que ha enlistado el Movimiento de Regeneración Nacional como una oferta de cambio a los mexicanos, aunque en la mayor parte de las ocasiones esa oferta ha resultado inentendible a causa de que no existe un catalogo de medidas sólidas, realizables y alcanzables, que satisfagan los anhelos colectivos de los mexicanos.
Lo único identificable entre todo lo que se ha dicho, prometido y alcanzado, es el propósito del desmantelamiento de un sistema político anacrónico y la implantación de una serie de medidas que distan mucho de cubrir esa pretendida modernidad y que al final d camino se convertirán por desgracia en más de lo mismo, aunque con otro nombre y quizá con otras identidades o finalidades. El rumbo es incierto, y lo óptimo es que esa de construcción del nuevo sistema alcance un camino cierto y transitable.
No será fácil desmontar el entramado institucional que se generó a partir del movimiento armado de principios del siglo pasado y que propició que surgiera ese sistema político que ahora se pretende desmontar para generar una nueva opción más acorde al proyecto del Movimiento de Regeneración Nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador. El problema es que esa deconstruccion del sistema se está realizando sin rumbo ni dirección, y sin un proyecto viable y alcanzable.
Al tiempo.
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