Tercer, tercer aviso

El mensaje en la marcha de ayer fue claro y contundente: México no cabe en el puño de un solo hombre, por iluminado

que éste pretenda o aspire a ser, tampoco bajo la sombra de un solo partido, cualquiera que éste sea, como fue durante 70 años el PRI, y en el que ahora quiere convertirse Morena.

 El país tampoco cabe en un solo poder, el Ejecutivo, cuyo mandato y facultades están perfectamente definidas. México tampoco admite que se socave o, peor aún, que el sistema democrático, construido por tantos años y con infinitos sacrificios y costos, quiera ser eliminado por la voluntad, decisión y/o designio de un político, así éste se autoproclame diferente a muchos otros y se erija en el padre de un movimiento partidista, que por lo visto perfila el engullimiento total y absoluto de un país como México, complejo, multicultural, densamente poblado, con una economía que se inscribe entre las primeras quince del planeta y que está enclavado, así pretenda ignorarse o aislarse, en una geografía también altamente compleja, y potencialmente poderosa.
 
Esto fue lo que expresaron, testimoniaron y avisaron las y los miles y miles de mexicanos que marcharon en la Ciudad de México, se concentraron en el Zócalo capitalino y otras muchas ciudades del país y aún del extranjero. México es infinitamente más que un presidente y un partido, los políticos todos y sus organizaciones partidistas. Tendrán éstos que pegar la oreja a la tierra de este país para que no olviden nunca la naturaleza del mexicano, y sobre todo para que -dicho de manera simple- no se pasen de listos, de abusivos, corruptos y absolutistas. Mucho menos para que crean que encarnan la trinidad del poder total, o la ciudadanía completa de este país.

Ese fue el mensaje preciso de quienes salieron a las calles ayer domingo para poner en claro que hay límites y que nadie, absolutamente nadie y mucho menos un político, puede colocarse como el alma, la encarnación y la vida de toda una nación.
 
Además, y no se olvide que el mensaje de este domingo fue el tercer aviso. ¿O acaso ya quedó en el olvido la marcha del domingo 13 de noviembre del 2022? Ese día, las manifestaciones colmaron las calles del centro de la Ciudad de México en rechazo a una propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador para reformar el Instituto Nacional Electoral, en una de las mayores manifestaciones ciudadanas de los últimos años.
 
Y el 26 de febrero de 2023 tampoco puede olvidarse. Fue el segundo aviso. Recordemos: más de 100.000 personas salieron a las calles de México en repudio de las leyes recién aprobadas para restringir al instituto electoral del país, en lo que los manifestantes vincularon al rechazo de los empeños del presidente por debilitar un pilar de la democracia. Al grito entonces de “El voto no se toca”, los manifestantes colmaron el Zócalo de la Ciudad de México, lo mismo que otras ciudades. El mensaje también fue claro: los mexicanos queremos vivir en una democracia y no en una dictadura de partido o de un solo hombre, por prodigioso que se sienta, y que por supuesto dista mucho de esa condición.  Ese tiempo ya pasó en México cuando se desterró al PRI del poder en el 2000 y los presidentes perdieron su presunta condición de “Huey Tlatoanis”, incluso antes de esa fecha, tuvieron que avenirse a la diversidad, pluralidad y diálogo que impone cualquier democracia. Tampoco puede esto olvidarse y allí quedó este mensaje, el de ayer.
 
Otras lecturas de lo ocurrido ayer domingo en México dejan ver la preocupación por el riesgo de perder la democracia y el advenimiento, aún disfrazado o disimulado, de una dictadura de partido.
 
Y que no nos vengan a decir a los mexicanos, los ciudadanos, que los cambios propuestos e impulsados con un ahínco digno de mejor causa, ahorrarán miles de millones de pesos o mejorarán el sistema de votación. Los temas planteados en este sentido dificultarán la garantía de que México celebre elecciones libres y justas como han sido en más de 30 años.
 
Déjeme apuntar algo más: ayer domingo 18 de febrero se pintaron solos: el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien mejor se fue a Puebla para entregar el templo de San Antonio de Padua, que fue rehabilitado por los daños del sismo de 2017, seguramente fue quien ordenó o al menos avaló el amurallamiento de Palacio Nacional, convertido en su residencia, mientras que miles y miles de mexicanos se agolparon para colmar la plancha del Zócalo de la Ciudad de México para demandar el voto libre y el respeto a la democracia.
 
Aislado, distante de la ciudadanía, esa que él asevera que lo adora y lo protege, reclamó una vez más el respeto a la forma de gobierno democrático que durante muchas décadas hemos construido numerosas generaciones de mexicanos. En consecuencia, al presidente no le quedó otra que afirmar que la marcha, vilipendiada ´por él mismo unas horas antes de que se realizara al llamarla la manifestación de los corruptos, puso en claro que vivimos en un país auténticamente democrático. Pero hay que decir que no por él, sino porque así lo hemos decidido millones de mexicanos en un tránsito lento, costosísimo en muchos aspectos y que ha permitido la alternancia política en el país y hasta el ascenso al poder del propio López Obrador, quien sólo dejó de buscar la presidencia hasta que la alcanzó. Tampoco esto debe olvidarse.
 
Por supuesto, y fiel a sus hábitos y costumbre e idiosincrasia no ahorró ni siquiera esta vez y aun de cara a la contundencia de la marcha en la Ciudad de México y en muchas otras ciudades del país y del extranjero, sus dardos y aguijones.
    
“Alcahuetes” llamó a los manifestantes y en particular de esa forma aludió a los intelectuales que volvió a decir se quedaron callados ante “los fraudes” en su contra de 2006 y 2012. De esa manera el presidente calificó a los miles de mexicanos que marcharon ayer. Nada nuevo bajo el sol de la 4T.
 
En términos parecidos se manifestó sobre esta marcha la candidata presidencial del oficialismo, que ayer quedó registrada ante el INE, la doctora Claudia Sheinbaum. Tildó de “falsos e hipócritas” -adjetivos muy duros- a la oposición, y también a los ciudadanos que se dieron cita ayer domingo en la plancha del Zócalo de la CDMX para proclamar la “defensa de la democracia”.
 
En contraste, la virtual candidata presidencial opositora, Xóchitl Gálvez, -quien por cierto no asistió para frustrar el pretexto de alguna sanción en su contra- festejó las manifestaciones de ayer domingo.
 
En un video publicado en redes sociales, subrayó la gran participación ciudadana en calles y plazas de todo México y de algunas ciudades en el extranjero que se unió para manifestarse y exigir que el gobierno y las autoridades electorales garanticen el respeto al voto en las elecciones del próximo 2 de junio.
 
“Me llena de esperanza y optimismo ver esta enorme participación de mexicanas y mexicanos”, apuntó.
 
Remató su mensaje así: “Mientras México tenga ciudadanos y ciudadanas que salgan a manifestarse para defender su democracia, que ejerzan su derecho a la libre expresión de ideas, no habrá tentación autoritaria que pueda mandar al diablo a nuestras instituciones”, en una tácita alusión al pronunciamiento hecho alguna vez por el presidente de “al diablo con las instituciones”.
 
 
Habrá tiempo de examinar el discurso del doctor Lorenzo Córdova Vianello, pero sin duda hay que decir que fue pedagógico e impecable y que tocó las venas profundas de lo que hoy está ocurriendo en México. Lo hizo ante miles de mexicanas y mexicanos, que por su propio pie, esfuerzo, costo y corazón, colmaron el Zócalo de la Ciudad de México, así como tomaron parte en otras ciudades del país y el extranjero. Sin duda hay esperanza en México. ¡Bravo por eso! El poder debe comprender, aun cuando le cueste trabajo, que nadie puede subestimar, descalificar, ignorar y peor, estigmatizar a nadie.
 
@RoCienfuegos1