¿Lo peor?

El lunes 26 de febrero, hace dos días pues, el presidente Andrés Manuel López Obrador, inició su clásica matutina

en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, su modesta casa-habitación, con esta declaración: “lo mejor es lo peor que se va a poner”. Esta declaración, hecha -insisto- en la matutina el lunes 26 de febrero, fue del presidente, según la versión estenográfica que difunde la presidencia. Así que es fehaciente, para que nadie diga luego que hay mala intención, tergiversación, carroñería en tiempo de buitres y zopilotes, o simplemente se refiera la existencia y el imperio de los otros datos.

¿En serio? ¿Se pondrá peor? Desafortunadamente, ninguno de los reporteros que cubren la actividad presidencial preguntó el significado de esta afirmación del Jefe del Ejecutivo mexicano, que sin mediar consulta alguna abrió su conferencia con esta aseveración: “Buenos días. Ánimo, lo mejor es lo peor que se va a poner”. ¡Ufff! Francamente aterra que López Obrador haya anunciado esto. ¿Qué habrá querido decir el presidente? ¿Nadie reparó en esto? ¿O acaso fue sólo un chistorete sin consecuencia alguna?

La frase tras el saludo matutino del presidente abre demasiadas interrogantes. ¿acaso no están ya bastante mal muchas cosas en México, cómo para que el Jefe del Ejecutivo Federal, enuncie que “lo mejor es lo peor que se va a poner?

Ojalá esa aseveración haya sido un dislate más de los muchos que escuchamos en Palacio Nacional como consecuencia en buena parte de que como sabemos quien mucho habla, mucho se equivoca.

Dicen incluso no pocos observadores de la cosa pública del país, que lo mejor es no hacer caso de lo que dice López Obrador, sino más bien concentrarse en lo que hace. Pero dudo mucho que este criterio sea atinado para evaluar de manera justa y hasta objetiva el ejercicio presidencial, sujeto por supuesto al escrutinio público de manera permanente, más aún en este periodo político nacional definido en alto grado por la palabra presidencial, y cuando se acercan las elecciones de junio para definir el destino o rumbo del país.

Ignorar lo que dice el presidente de este país cada mañana sería impensable en un gobierno con el peso y contundencia que el propio López Obrador confiere a su conferencia matutina y por supuesto a su palabra. Es probable que algún día se examine incluso el impacto del verbo presidencial en esta presidencia, sobre todo a la luz del modo verbal que caracterizó antes a muchos de sus antecesores en la silla del Águila.

De allí que resulte preocupante al menos escuchar al Jefe del Ejecutivo decir que “lo mejor es lo peor que se va a poner”. ¿Una frase encriptada?

Por supuesto, el pronóstico presidencial podría contrastar y mucho con lo que la mayoría de los mexicanos queremos y aspiramos, así esto último sea un pecado capital en tiempos de la 4 Transformación, cuando como se nos ha dicho pretender un par de zapatos más es cosa obscena, aún materialista y hasta contrario a la felicidad, en los bueyes de mi compadre, claro, porque ya está visto que en otros predios afiliados al poder, la cosa es muy distinta, y los juicios críticos resultan inexistentes.

También, eso de que se pondrá peor, evoca aquella vez en octubre del 2016 que el hoy ex presidente Enrique Peña Nieto, soltó esta frase para el anecdotario del poder: “no creo que Ningún presidente se haya levantado pensando cómo joder a México”.

Pero ahora López Obrador, quien la víspera ratificó que no hay nada de qué preocuparse porque México va muy bien, genera intriga y zozobra con esa frase agorera de que “lo mejor es lo peor que se va a poner”. ¿Será? Alguien debió preguntarle qué quiso decir.

@RoCienfuegos1