En esto creo (ultima de tres partes)
Pues bien, como les comentaba en la entrega anterior, estoy convencido que la función pública –sobre todo en los cargos de dirección– exige de personas con características muy especiales para ejercerla. Cierto, no podemos pedir una humildad y moralidad supra humanas pero sí estamos en condición de exigir mesura, objetividad y convicción por servir a los demás. Para ello debe haber un cumplimiento irrestricto de la ley, atendiendo siempre a los fines valiosos que persigue; promover el cumplimiento de los compromisos asumidos en campaña que deben ser acordes al programa de acción e ideario del partido político que los postuló e imprimir, de forma ética, el famoso estilo personal de gobernar, teniendo como mira máxima el bien público.