*Amiga No Amante de Porfirio Díaz *El Papa León XIII la Recibió Dos Veces *La Didjazá”, Aristócrata del Pueblo
En la búsqueda de temas, ahora les comento sobre una joven que nació en el Siglo XIX y murió tres meses después que su gran amigo, el comandante militar en Tehuantepec, Porfirio Díaz. La amistad entre ambos continuó cuando era el Presidente de México. Nunca hubo relaciones amorosas entre ellos.
Por su belleza física, el hermoso rostro y el carácter fuerte, la llegaron a comparar con Doña Marina La Malinche, le veían parecida a la reina Cleopatra y otros decían que era semejante a Isis, la diosa de la mitología griega.
Juana Catalina Romero Egaña, descrita como empresaria, diplomática, benefactora, promotora de la educación, nació en Tehuantepec, Oaxaca, el 27 de noviembre de 1837, siete años después de Porfirio Díaz, quien sería su amigo.
Ambos fallecen en 1915. Él, en julio, en París. Ella, en Orizaba, Veracruz, en octubre. Jamás tuvieron romance, como fue presentada en la telenovela El Vuelo del Águila.
En Oaxaca fue ampliamente conocida como Juana Cata, también sus biógrafos apuntan que la llamaban Didjazá, en la lengua zapoteca, precisamente, es equivalente a Zapoteca. Por sus obras y creatividades también decían “Mamá Grande de Tehuantepec”.
Muy joven tuvo sus primeros triunfos internacionales, como empresaria. Incursionó en la industria azucarera. Sembraba caña de azúcar, producía y comercializaba el producto. Recibió el reconocimiento de empresas norteamericanas.
AMIGA DE PORFIRIO DÍAZ
Una leyenda surgió e inclusive fue llevada a la televisión, en torno a la amistad que existió entre una jovencita de 22 años, guapa y emprendedora en diversas actividades, y el militar Porfirio Díaz designado Comandante para la región de Tehuantepec, durante la Guerra de Reforma.
Juana Cata conoció a su paisano, apuesto soldado, delgado y de “ojo alegre”. En esos días ella estaba dedicada a la industria azucarera y una vez relacionada con Porfirio, apoyó con dinero para la tropa, proporcionó alimentos y se estrechó la amistad, sin que hubiera señales de romance en la pareja.
En la telenovela histórica El Vuelo del Águila, la veracruzana Salma Hayek interpretó el personaje de Juana Cata. Humberto Zurita personificó a Porfirio Díaz joven; después Manuel Ojeda fue el apostado presidente.
Se dijo que la chica fue el amor de su vida. En algunas reseñas se asentó que eran amantes, como apuntaba el argumento.
Los habitantes de Tehuantepec se enfurecieron. No aceptaban que se presentara a “Mamá Grande” como amasia de Porfirio Díaz. Hubo protestas y manifestaciones públicas contra Televisa e inclusive viajaron hasta las oficinas de la empresa.
Se cuenta que el maestro Ernesto Alonso, director de la telenovela, y el historiador Enrique Krauze tuvieron que ir al Istmo para disculparse públicamente.
Tiempo después José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, nombre completo del oaxaqueño, ordenó la construcción de una casa, un palacete, en el centro de Tehuantepec. Los muebles los mandó traer de Francia. Las vajillas eran florentinas y había piezas de porcelana checoeslovaca.
Fue el regalo que recibió del presidente, quien, por cierto, no la citó en las memorias que escribió y tampoco aparece el nombre de Juana Cata en la correspondencia privada.
Se construyó el Ferrocarril del Istmo y una de las estaciones o paradas estaban próximas a la casa de Juana Catalina, quien era visitada por el Presidente de la República, a quien se describía como “un militar con uniforme de gala, portando medallas y con una escolta de cadetes del Heroico Colegio Militar, con su espada escrupulosamente pulida y sus bigotes bien peinados”.
Juana Cata llegó a visitarlo en Palacio Nacional. Siempre luciendo su atuendo clásico de tehuana y su vistoso peinado, ambos fueron creatividad de ella, como lo comentaré más adelante.
Después de su estancia en la mencionada región, el comandante Díaz fue ascendido a mayor por instrucciones del Presidente Benito Juárez, quien también le otorgó el grado de general. En las dos ocasiones se asentó en el expediente que era por méritos en campaña o sea los triunfos en las batallas.
AUDIENCIAS CON LEÓN III
Juana Cata es una mujer popular y querida en el Istmo y sus alrededores. Jugaba cartas, billar, cubilete, montaba a caballo, era una apreciada terrateniente, porque al mismo tiempo era benefactora de los trabajadores, exigía y pagaba salarios justos, les daba servicios asistenciales a las familias campesinas.
Eso hacía “La Didjazá” y asombraba a la gente. Veía por los pobres.
¿Por qué actuaba así Juana Cata?
En dos de sus viajes a Europa, que era otro de los gustos, consiguió dos audiencias con el Papa León XIII. Este Pontífice fue el último del Siglo XIX y terminó en 1904, seguramente en esas visitas la tehuana se enteró de la Encíclica Rerum Novarum, donde Su Santidad se pronuncia por una doctrina católica social.
La tesis doctrinal del Papa caló profundo en Juana Cata y por eso amplió su apoyo, no la llamaba ayuda, a las clases necesitadas. En ese mismo capítulo comento que surgieron el Institutos de las Artes y Buenos Oficios, el de Artes Manuales y Musicales, así fue prodiga en otorgar becas a los jóvenes para que fuesen a estudiar a Puebla o a la Ciudad de México.
Al regreso de sus viajes internacionales y los nacionales, Juana Cata retornaba con abundante equipaje. Repartía, telas de alta calidad, ropa, artículos para el hogar, zapatos; en fin, su labor altruista no era a cambio de nada. La filantropía la practicaba espontáneamente y así vivía feliz.
Otra faceta, poco conocida de Juana Catalina Romero Egaña, es que hizo el papel de espía en el Istmo. Se metía con mucha naturalidad entre “los patricios”, grupo de conservadores simpatizantes de los invasores francés, conocía de sus planes y los llevaba a su amigo, el comandante Porfirio Díaz.
EL VESTIDO Y PEINADOS TEHUANOS
Los vestidos y los tipos de peinado, de las mujeres tehuanas, tienen origen ancestral; desde los tiempos coloniales hasta nuestros días, se mantienen como símbolo de identidad y de testimonio cultural.
En este Siglo XXI, conforme a la actualización y modernidad, vestido y peinado “es el empoderamiento de las mujeres istmeñas.
La ropa es de diferentes usos: la del diario, la de fiestas como las velas y la mayordomía, bodas, procesiones y en el evento anual, de reconocimiento internacional, La Guelaguetza, que tiene lugar dos lunes del mes de julio para celebrar a la Virgen del Carmen.
La prenda icónica en su diseño y elaboración es una combinación de costumbres indígenas y europeas, caracterizada por sus ricos bordados a mano y el uso de telas de colores vibrantes, fuertes, llamativos. Se integra de un huipil, blusa bordada con motivos florales y una falda rabona, amplia, con encajes y bordados. Cada confección tarda hasta 15 días y su valor varía de cinco mil a veinticinco mil pesos.
El peinado aumenta la belleza de las tehuanas. Es único, si lo consideramos, como parte esencial de la presencia femenina. Prestancia y elegancia. Trenzas adornadas con flores, formando un círculo en la cabeza, con rodete a manera de trenza, tocado con hilos de oro o dorados.
Nada de salón de belleza, en tiempos lejanos. Los peinados se hacían en casa interviniendo madres, hijas, hermanas y amigas. Las casadas y las señoras o señoritas de mayor jerarquía social, usaban peinados altos. Las jóvenes, que lucían su belleza usaban un moño y “de medio lado o suelta la cabellera”.
Nuestra referida Juana Cata cooperó siempre para modernizar el atuendo y cuidaba que los peinados tuvieran variedades. Eso era en los últimos años del Siglo XIX y en los primeros 15 de la siguiente centuria.
JUANA CATA, ARISTÓCRATA POPULAR
Apasionante el conocer a mujeres que están “en el cajón del olvido”. Sabemos de las que citan los historiadores, parcialmente. Es una extensa lista de mexicanas que hicieron historia o forman parte de ella por sus acciones, unas en los campos de batalla, otras en apoyo a los hombres y muchas en diversas tareas.
Julia Astrid Suárez Reyna, antropóloga y escritora, tehuana, escribió el libro “Juana C. Romero, Una Mujer Extraordinaria de la Historia de México”.
Doña Elena Poniatowska escribió en el diario La Jornada, en diciembre de 2016, “En busca de la verdadera Juana Catalina”. Se hizo referencia al hecho de que fue una gran filántropa e impulsora de la cultura, se le tenía olvidada.
Graciela Cruz Hernández narró una amplia biografía de esta mujer, una singular aristócrata del pueblo, fue tan previsora que dejó señalado donde estaría la cripta para su eterno descanso en su natal tierra istmeña.
“Bella mujer, piel bronceada, joven, hermosa, esbelta, fina y elegante”, así la describió Charles Etienné Brasseur en su libro, cuando la conoció al visitar Tehuantepec en 1859. Por su parte María de los Ángeles Cajigas en sus relatos escritos hace referencia a que Juana Cata vendía cigarros a los soldados acuartelados en el Convento de Santo Domingo.
De aquellos días de 1853, en que Juana Cata disfrutaba la vida, el compositor istmeño Máximo Ramón Ortiz compuso lo que es el Himno de Tehuantepec, La Sandunga, de sentimental historia al morir la madre del músico.
La LXVI Legislatura de Oaxaca, en 2020, aprobó que anualmente se entregue la Medalla Juan Catalina Romero Egaña a las mujeres istmeñas emprendedoras, que sean autoras de trabajos sociales, culturales o aporten beneficios para la sociedad.
Cinco diputadas presididas por la legisladora Denisse García Gutiérrez, firmaron con sus compañeros el decreto correspondiente.
Por su parte las autoridades municipales rindieron homenaje a la ilustre Juan Cata, al ordenar una estatua para perpetuar la memoria de quien fundó escuelas, centros asistenciales de salud, fue incansable. Nunca se supo que hubiese contraído matrimonio.
ORGE HERRERA VALENZUELA
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