¿Quiénes son los antipatriotas?

 Una mirada más allá del discurso presidencial. Hace unos días, la presidenta de México volvió a incendiar el debate

público con una frase tajante y cargada de simbolismo: “Es antipatriota criticar a quienes están representando a México en el exterior.” Las palabras iban dirigidas a la oposición, luego de que el Senador Alejandro Moreno Cárdenas, Presidente del PRI, cuestionara duramente el desempeño del secretario de Relaciones Exteriores Juan Ramón de la Fuente y del secretario de Economía Marcelo Ebrard, debido a que no han logrado negociar favorablemente los aranceles impuestos por Trump, diciendo que en un gobierno del PRI esos graves errores de negociación no se hubieran cometido y afirmando que los aranceles vienen por la falta de resultados en el combate al crimen organizado.

La acusación no es menor. Ser llamado “antipatriota” no es simplemente recibir una crítica: es ser expulsado, por la figura de mayor autoridad del país simbólicamente del cuerpo nacional. Es colocarse, discursivamente, en el lado de los traidores, de los que no aman a su país. Y sin embargo, ¿quién decide lo que es el amor a la patria? ¿La crítica es traición? ¿La lealtad exige silencio?

El patriotismo no es aplauso ciego, no es obediencia, ni lealtad a un gobierno, no es sumisión. El verdadero amor por la patria exige pensarla críticamente, defenderla activamente, incluso —y especialmente— cuando quienes la gobiernan la conducen con torpeza o arrogancia.

Si un canciller no representa con firmeza los intereses nacionales, si un secretario de Economía se muestra errático ante los retos globales, señalarlo no es antipatriota. Al contrario: es un acto de compromiso con un México mejor.

¿Qué es ser antipatriota, entonces?

Antipatriota no es quien critica al gobierno. Es quien usa la bandera nacional como escudo para blindar la incompetencia. Es quien confunde el Estado con su partido y la patria con su figura presidencial. Es quien cree que cualquier señalamiento es traición, y no una llamada a rendir cuentas, es quien olvida que trabaja para todos los mexicanos no solo para sus simpatizantes y que México, la Patria no es propiedad privativa de su grupo.

Antipatriota es quien invisibiliza los errores, quien manipula el lenguaje y los símbolos patrios para proteger una narrativa oficial a toda costa.

En toda democracia funcional, la ciudadanía tiene el deber de vigilar al poder, de poner en duda sus actos, de pedir explicaciones. Esto no sólo es legal: es moral. Y es profundamente patriótico.

La oposición —les guste o no— cumple esa función. Si esa crítica es feroz o irónica, si es torpe o brillante, no es eso lo que define su legitimidad. Lo que importa es que existe. Que no todo se reduce a palmas y vítores. Que no todo se somete al discurso único morenista.

Las palabras de la presidenta no son nuevas. Han sido repetidas, con pequeñas variaciones, por otros mandatarios autoritarios en la historia: “Quien no está conmigo, está contra el país.” Es una fórmula peligrosa. Porque reduce al país a una sola voz: la suya, es la tipica trampa del discurso nacionalista, de salir cantando el himno nacional ante la imposición de medidas comerciales, en lugar de enviar a negociadores capaces a hacer compromisos reales y atender a los señalamientos de corrupción de la pasada administración con seriedad y valentía, sin complicidades, a resolver con determinación y llamar a cuentas a aquellos que hayan abusado del poder otorgado por el pueblo.

México no es la presidencia. No es el gabinete y mucho menos es un partido. Es mucho más grande que cualquier sexenio. Y es ahí donde la verdadera lealtad se pone a prueba: en no dejar que el poder convierta la crítica en crimen.

Amor a México es exigir que sus representantes estén preparados, informados y a la altura de los desafíos globales. Amor a México es preocuparse por cómo es percibido el país más allá de las fronteras, sí —pero también por lo que ocurre dentro. Amor a México es no permitir que el discurso sirva para tapar la negligencia.

Habra que recordarle a Doña Claudia los versos de Lopez Velarde en su poema Dulce Patria:

-el alma de la patria es la semilla, que hace germinar las manos limpias-

Criticar no es antipatriota. Es un acto de responsabilidad. Es un derecho. Y es, sobre todo, una muestra de que este país —tan complejo, tan herido, tan poderoso— nos importa.

Alejandra Del Río

@alejandra05 @aledelrio1111

Presidenta de PR Lab México, Catarte y Art Now México, ha escrito columnas sobre política, arte y sociales en muchos de los medios más reconocidos del país, particularmente en el Heraldo de México, El Punto Crítico y en el Digitallpost. Ha participado en numerosos proyectos de radio a lo largo de 20 años, hoy además dirige el podcast Fifty and Fabulous en Spotify.