La Guerra de las Falacias

En una galaxia muy lejana, grupos antagónicos autodenominados como conservadores y liberales, buscaban controlar

políticamente el universo y para ello, comenzaron a hacer uso de diversas estrategias argumentativas retomadas de las antiguas Grecia y Roma, a las que la doctrina definió como falacias. Éstas, en estricto sentido, son enunciados que pueden ser persuasivos para las mayorías, o para el auditorio al que se dirigen los que las sustentan, y son efectivas cuando tienen un impacto psicológico o sensible en los receptores. Pero una vez que estas falacias son analizadas a detalle, pueden revelar que se trata de argumentos incorrectos desde el punto de vista lógico.

Para Aristóteles, las falacias son argumentos que parecen buenos o correctos, sin que lo sean. La característica principal de un argumento falaz, consiste en tener la apariencia de ser correcto, provocando confusión o engaño. 

A su vez, Manuel Atienza, señala que existen tres tipos de falacias, las formales, materiales y pragmáticas. La falacia formal requiere la elaboración de una inferencia inválida, como puede ser una generalización apresurada. Las falacias materiales utilizan razones que no son del tipo correcto, como expresiones antiguas, o alguna falsa analogía. Y las falacias pragmáticas pueden ser retóricas o dialécticas, con el uso abusivo de un argumento de autoridad, o infringiendo las reglas del debate.

Para Stephen Toulmin, las falacias se dividen en: falacias debidas a falta de razones; falacias de razones irrelevantes; falacias producidas por razones defectuosas; falacias, propiciadas por suposiciones, no garantizadas, y falacias, ambiguas.

John Stuart Mill, por su parte, nos dice que existen las falacias, a priori, las falacias de observación, las falacias de no observación, las falacias de generalización, de confusión y de raciocinio.

Así pues, el término falacia se utiliza de manera general para definir un argumento o un enunciado que es incorrecto, o que es falso en sus conclusiones. Dentro de los casos más comunes de estas falacias, se encuentran principalmente la de apelación a la ignorancia, denominada de acuerdo a su origen como argumentum ad ignorantiam y la apelación a la autoridad o argumentum ad verecundiam.

En este sentido, vamos a hacer un ejercicio práctico con dos ejemplos semejantes, pero que han sido tratados con diversos argumentos falaces tanto de un grupo político, como del contrario:

  1. La afirmación de que el expresidente Felipe Calderón sabía que García Luna, tenia tratos con el narcotráfico por ser su secretario de seguridad.
  1. La afirmación de que el expresidente Andrés Manuel López sabía que el grupo de Augusto López, tenia tratos con el huachicol por ser su secretario de gobernación.

Es así como, iniciando con la falacia de apelación a la ignorancia se puede afirmar como conclusión que los enunciados son verdaderos o falsos, apoyándose en una única premisa en la que sostiene que no se ha podido demostrar la falsedad o la verdad de esa afirmación o negación que se sostiene, y como no hay pruebas suficientes para sostener los argumentos planteados por uno u otro grupo señalados en los ejemplos, entonces lo que se dice es falso. O bien, como no hay pruebas suficientes que apoyen la falsedad de lo que señala el otro grupo, entonces lo que digo es verdadero.

En nuestros ejemplos, sería más o menos así:

  • No hay pruebas que acrediten que Felipe Calderón no sabía de las operaciones de García Luna.
  • Por lo tanto, es verdadero que Felipe Calderón tuvo conocimiento.

O bien,

  • No hay pruebas que permitan afirmar que López Obrado si tenía conocimiento de las actividades delictivas del grupo de Adán Augusto.
  • Por lo tanto, es falso que López Obrador haya tenido conocimiento.

De igual forma sucede con la falacia de apelación a la autoridad, cuándo mediante una única premisa se expresa la opinión de una supuesta autoridad determinada de materia, y, a partir de ella, se defiende como conclusión la verdad, de alguna opinión, y en este caso, la apelación a la autoridad es falaz cuando la persona cuya opinión se utiliza como única premisa no tiene las credenciales legítima autoridad sobre la materia que está argumentando.

Por lo que, en la guerra de las falacias, y tomando como autoridad a aquella que no tiene las facultades para determinar la culpabilidad o no de los expresidentes, el ejemplo sería como sigue:

  • Fernández Noroña como líder del Senado, ha declarado que, es mentira que Felipe Calderon no supiese de los movimientos de García Luna con el narcotráfico.
  • Por lo tanto, es falso que Felipe Calderón no supiera de los movimientos ilícitos de su secretario de seguridad.

O bien,

  • Santiago Creel ex líder del Congreso, ha declarado que es falso que López Obrador no supiera que el grupo de Adan Augusto cuando era secretario de gobernación, haya estado vinculado al huachicol.
  • Por lo tanto, es cierto que López Obrador supiera de la relación el grupo de su secretario de gobernación y el huachicol.

En este ejemplo, la falacia está comprobada desde el momento en que, Santiago Creel Miranda y Gerardo Fernandez Noroña como apelantes, no son autoridades competentes en la materia, al no ser parte de la fiscalía o del poder judicial federal, encabezando tales asuntos.

Estos temas toman un gran interés académico cuando la teoría emanada desde la Grecia antigua encaja de manera perfecta con los hechos de la actualidad; nos deja claro que la lógica, la retórica, y la argumentación jurídica siguen manteniéndose como materias fundamentales para el ejercicio del derecho y de la política, sobre todo para evitar caer en una estéril guerra de las falacias como la que estamos presenciando.

Dr. Hugo Alday Nieto

(Licenciado en Derecho con mención honorífica. Maestro en Derecho empresarial. Maestro en Derecho de la Propiedad Industrial e Intelectual y Derecho de la Competencia. Doctor en Derecho con mención honorífica)