Domingo de Ramos entre la naturaleza y la fe

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La semana mayor ha dado inicio con el llamado Domingo de Ramos que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén. Con la bendición de los ramos de olivo o de hojas de palma, los creyentes de la pasión de Cristo comienzan con las liturgias correspondientes a la Semana Santa. En estos días, prevalece la búsqueda de la interiorización y la reflexión de los actos humanos sobre la tierra y hacia sus semejantes.

El Domingo de Ramos, es uno de los días más importantes celebrados en esta Semana Santa y es la fecha que, en algunas partes del mundo, está señalada con focos rojos por el riesgo que representa para el equilibrio de la naturaleza y más, porque lesiona especies vivas que ya están en peligro de extinción.

Las hojitas de palma llevadas en manos de los fieles a la iglesia para su bendición cada año, provienen de la llamada Palma de Cera de Quindío, una variedad nativa de los valles altos andinos del Parque Nacional Natural Los Nevados, en Colombia. El árbol fue tomado como el emblema nacional de Colombia por la Comisión Preparatoriana del III Congreso Sudamericano de Botánica, llevado a cabo en Bogotá en 1852. Los primeros escritos donde aparecen las palmas de cera son de José Celestino Mutis en 1785, conocidas entonces como chuapas, pero hay que decir, que fue validada hasta 1808 cuando se dan a conocer sus aportes con la cera, hojas y tronco.

Se le denomina Palma de Cera por la fina capa de cera que cubre sus troncos, misma, que les provee de un tenue tono blanquecino que le brinda hermosura. La cera es utilizada en la fabricación de cirios, aislantes, barnices e introducción de electricidad, por ejemplo, y las hojas tiernas son extremadamente solicitadas para la elaboración de los ramos de Semana Santa. Otras actividades humanas que están acabando con la palma de cera es el uso de la madera en la industria y la utilización de los frutos para alimentar ganado. Además, la deforestación resta oxigeno en el planeta.

A la par del peligro que corren las palmas al ser atacadas por los humanos por ser despojadas de sus hojas, diversas especies animales también sufren las consecuencias. Las Palmas de Cera son el hogar de múltiples especies de animales silvestres que, al no encontrar más alimento y refugio en ellas, van muriendo a la vez. Los osos de anteojos, mamíferos vegetarianos, suelen trepar las palmas jóvenes en busca de los cogollos para comer. Por otro lado, las palmas son el hogar de los loros cachetidorado y los orejiamarillos que se nutren de las hojas de la palma y vive en los pequeños agujeros que hacen en los troncos de las palmas viejas. Pero ir aniquilándolas está provocando que los loros desaparezcan de las cordilleras de Colombia y Ecuador llevándolos a ser una especie en peligro de extinción.

Fuertes campañas se lanzan en el mundo para evitar que esta costumbre milenaria de hacer ramitos de palma continúe, ya que arrancando los cogollos (brotes) se frena el crecimiento de las palmas y mueren. Los gobiernos han tomado cartas en el asunto para castigar a quien comercialice y transporte los productos de la palma de cera porque una vez talada tarda hasta 85 años en dar frutos.  También, eclesiásticos han buscado la manera de orientar a sus comunidades hacia nuevas alternativas a fin de no buscar más las hojas de palma de cera y evitar la tala. En algún momento, un párroco en Guayaquil señalo “mientras el ser humano no se reglamente a sí mismo, y acepte que hay normas elementales para vivir, no se cambiaran las cosas”.

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