Exploran la literatura como resistencia en medio de la guerra en Gaza

Israel, 19 de septiembre de 2025 ::: “Al principio, escribir un libro después del 7 de octubre de 2023 le pareció

una barbaridad”, reconoce la autora israelí Ayelet Gundar-Goshen. “Especialmente mientras los rehenes siguen retenidos lejos de sus familias en Israel y la destrucción continúa en Gaza. Y vas a permitirte el privilegio de evadirte a un mundo diferente, a un mundo creado con tus propias palabras. Me parecía mal”.

 Pero llegó un punto de inflexión que hizo desaparecer sus escrúpulos: precisamente, cuando funcionarios del Gobierno israelí llamaron a boicotear libros y películas que retrataban a los palestinos de forma humana. "Para mí, fue un momento en el que pensé: espera, a la derecha, a los fascistas, les dan miedo las palabras. Realmente creen que las palabras pueden cambiar algo. Me dije, bueno, si los fascistas les tienen tanto miedo a las palabras, entonces eso quizás pueda ser también usado como arma. No para escapar de la realidad con palabras, no como evasión, sino justo al contrario. Como una forma de afrontar la realidad".
::: Un perfil psicológico de la sociedad israelí :::
Así, Gundar-Goshen reanudó el trabajo en su última novela, que había comenzado hacía tiempo, publicada en alemán este verano con el título Ungebetene Gäste (que se traduciría literalmente al español como "Huéspedes no invitados").
Un niño israelí deja caer un martillo desde un balcón, que golpea a un adolescente y le hace perder la vida. Un obrero palestino que trabajaba en el balcón es arrestado. La madre del niño guarda silencio. Comienza un drama de culpa, represión y venganza: un psicograma de la sociedad israelí que, según Gundar-Goshen, está atrapada en un funesto sistema de miedo al "otro".
Ayelet Gundar-Goshen no sólo es escritora, sino también psicoterapeuta. En su novela, explora mecanismos ocultos que también descubre en sí misma. Siendo madre de un bebé, ella misma tuvo un obrero palestino en casa hace unos años. De repente, las noticias informaron del asesinato de un trabajador palestino a manos de su jefe israelí. "La habitación se llenó de miedo. Se podía oler el miedo", cuenta. "Un minuto despúes, me di cuenta de que él me tenía tanto miedo como yo a él, porque sabía que yo podía llamar a la policía y decir, oigan, tengo un trabajador aquí y no me siento segura. Vendrían en dos minutos y se lo llevarían".
::: Trauma a ambos lados :::
Su novela arroja luz sobre los mecanismos psicológicos ocultos que configuran la vida cotidiana israelo-palestina. "El hecho de que te consideres a ti mismo como una víctima potencial, te prepara para convertirte en un agresor", dice Gundar-Goshen.
Aquí, la perspectiva de la terapeuta también influye en la de la escritora: no juzga, sino intenta comprender por qué actúa la gente. "Me pregunto por qué es tan difícil para la gente reconocer el terrible trauma del 7 de octubre, para lo que no hay justificación alguna, para lo que nunca habrá justificación alguna, y, al mismo tiempo, reconocer también el horrible trauma que ahora se inflige a los palestinos, mientras que el trauma para las familias de los rehenes continúa. Es como si uno de los dos lados tuviera que ser borrado para que la gente [del otro] se sostenga".
Con la empatía con la que mira a ambos lados, Ayelet Gundar-Goshen se encuentra bastante sola. Voces como la suya quedan ahogadas por el rugido global del debate ideológico, que a veces se desarrolla con violencia, pero sobre todo con manifestaciones, coerción políticamente motivada para tomar postura y cancelación de artistas, intelectuales o músicos de ambas partes. En el propio Israel, la autorreflexión crítica, tal como la practica Gundar-Goshen, prácticamente no tiene cabida. Pero por eso es aún más importante.
"Intento identificar y explorar mis propios puntos ciegos. Y muy a menudo encuentro que mis puntos ciegos son puntos ciegos universales que todos tenemos. Si no pasamos por el doloroso momento de mirarnos de verdad a nosotros mismos en el espejo, nunca seremos capaces de cambiar nada".
::: Sólo escribir no basta :::
Y muchas cosas tienen que cambiar, según ella. Por eso se manifiesta con regularidad, como muchos otros israelíes: contra el Gobierno de Netanyahu, por el regreso de los rehenes, por el fin de la guerra. Escribir también puede ser una forma de resistencia para ella. Pero no logra conformarse con la resistencia literaria: "No es suficiente", dice. "Tienes que combinar tus piernas en la calle, tus gritos en la calle y tu mano que escribe; todo tu cuerpo tiene que trabajar en esto".
Ayelet Gundar-Goshen no pierde la esperanza de que haya cambios y entendimiento. Y, con la vista puesta en la historia, ni siquiera es pesimista. "Estamos hablando en una entrevista en Berlín. Si les hubiera dicho a mis abuelos hace unos años que estaría sentada aquí hablando con usted —una periodista alemana—, no lo habrían creído, ¿cierto? Las cosas pueden cambiar en la historia. Pueden cambiar muy fácilmente para empeorar. Pero también pueden mejorar".

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