El pasado 12 de julio los profesionistas del derecho asistimos a una efemérides más del Día del Abogado, concurrimos con el compromiso para reflexionar sobre el privilegio que demanda dicha profesión y para refrendar las responsabilidades de oficio, así como la misión que nos encomienda el Estado mexicano en diversas asignaturas de tan noble labor.
Al ciudadano de a pie le preocupa el Estado de Derecho. Para el gremio de los abogados nos ocupa el atender el marco legal del mismo.
En estos momentos en el Congreso de la Unión se debaten y se aprueban diversas leyes secundarias que le darán forma y rosto a las distintas tareas que ha encomendado el Estado al gobierno federal y a los particulares (nacionales como extranjeros).
Los pasajes deliberativos no han sido sencillos, las celadas de los vencidos electoralmente en las urnas, las desviaciones de unos cuantos, los intereses sombríos de no pocos, los pitonisos de la catástrofe nacional y los críticos del café con tufos seudoacadémicos, no han estado ausentes en cada una de las trincheras para llevar agua a su molino de frente a las tareas legislativas, de procuración, de justicia y de la aplicación de los Derechos Humanos, entre otros.
Me congratulo junto con un grupo de colegas haber celebrado esta fecha a partir de la convocatoria del Presidente Peña Nieto sobre la visión de su gobierno, para hacer de la nación un “Estado eficaz”. En ese sentido y ante dicho desafío, nosotros los miembros del gremio de la abogacía debemos estar atentos para vigilar y aportar con miras de altura dicho objetivo.
Cabe señalar que el Día del Abogado nos convoca desde la academia, judicatura, foro, procuración de justicia, administración pública, servicio social, asesoría, organismos descentralizados, órganos autónomos y desde la curul, a reflexionar sobre los principios jurídicos fundamentales que son el soporte del Estado mexicano.
Nuestra profesión de frente a la interrelación de los marcos económicos y el vertiginoso proceso de globalización marcado por las redes sociales, nos hace un llamado para fortalecer los lazos en aras de profesionalizarnos y cerrar las brechas de las competencias profesionales.
Al reflexionar sobre esta efemérides rindo homenaje a mis maestros y amigos abogados, en particular a aquellos que desde la academia, desde mi entidad, el Estado de México, han participado desde diversas trincheras, partidos políticos y asociaciones de la sociedad civil, desde los hogares y la academia, para a ver a una tierra mexiquense mejor, con mayor decoro, con un rostro social corresponsable, una hoja de ruta para el fortalecimiento del andamiaje institucional y con respeto irrestricto al Estado de Derecho.
No quiero despedirme de esta primera entrega, sin antes agradecer a este gran medio de comunicación, “El Punto Crítico” la oportunidad de compartir reflexiones y puntos de vista con sus fieles lectores, a fin de abonar al debate y por ende a un país y a un Estado de México mejor.
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