La pedagogía de la “transformación”. El viernes pasado decidí ir a revisar cual era el alboroto del sonado video
mapping del zócalo capitalino, había visto en varias publicaciones que ya llevaban mas de un millón de visitantes y queria saber de que se tartaba el show de “Memoria luminosa, México-Tenochtitlán 700 años” que de forma muy lamentable organizó el Gobierno de la Ciudad de México, sin poder siquiera quitar las carpas del Bienestar para poder proyectar sin obstáculos sobre los edificios del Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana. Imagenes de calidad ínfima, pésimo sonido, carritos de esquites con agua hirviendo circulando entre cientos de personas con tanques de gas encendidos, cero protección civil, que les digo totalmente 4T!
Pero finalmente ¿De qué se trataba el numerito que puso en escena la Jefatura de Gobierno de la CDMX? Simple y llanamente de aleccionar al pueblo, de recalcar su versión de la historia y justificar sus actos, primero su versión derrotista sobre el México Prehispánico, la conquista, los levantamientos siempre contra el poder conservador, 700 años de historia al mejor estilo Morena, como se les da la gana, desde un franco enfoque comunistoide, donde se glorificaron los levantamientos populares, las expropiaciones, incluso de predios, para el “bien común”, donde los ciudadanos, miles de ellos, salieron a la calle a defender a su tlatoani del desafuero (sin importar que paralizaron la ciudad por meses) donde se hablo evidentemente de un fraude electoral sin igual en el 2006, toda la retorica Morenista que nos recetan una y otra vez desde la mañanera, los libros de texto, los medios amañados del régimen, redes sociales, el congreso y demás aparatos propagandísticos disponibles.
El adoctrinamiento ideológico es una de las formas más sutiles y peligrosas de dominación. A diferencia de la educación crítica, que fomenta el pensamiento autónomo, el adoctrinamiento busca imponer una visión única del mundo, anulando la capacidad de cuestionamiento, alimentando verdades oficiales y moldeando conciencias a conveniencia de quienes detentan el poder.
El adoctrinamiento ideológico tiene raíces en regímenes autoritarios de toda ideología. Desde la Alemania nazi hasta la URSS estalinista, pasando por dictaduras militares y revoluciones comunistas, se ha empleado como herramienta para consolidar hegemonías políticas y culturales. Su base es simple: controlar la narrativa, determinar lo que es “correcto pensar” y reducir la pluralidad a una sola voz.
Esta eficaz forma de control, se ejerce principalmente a través de los sistemas educativos, que se convierten en plataformas de propaganda, de los medios de comunicación oficiales o cooptados, que excluyen voces críticas y del cacareado lenguaje institucional, que redefine los conceptos para hacerlos funcionales al discurso del poder.
El mayor riesgo del adoctrinamiento, viene cuando un gobierno sustituye la educación por la propaganda, no forma ciudadanos libres, sino súbditos obedientes, entonces se pierde el pensamiento crítico, se normaliza de la censura, se polariza a la sociedad y finalmente se divide al país entre “buenos patriotas” y “enemigos del pueblo”, debilitando a la democracia, ya que se socava la deliberación pública y se margina a la oposición.
En el contexto mexicano, el actual gobierno ha sido acusado —con sobradas razones— de emplear prácticas de adoctrinamiento ideológico bajo el pretexto de una “transformación educativa y cultural”.
La reforma de los libros de texto gratuitos es el ejemplo más evidente. En lugar de modernizar la educación con base en evidencia científica, se han introducido contenidos sesgados, con fuerte carga ideológica, donde se glorifica al régimen actual, se omite el papel de los contrapesos democráticos y se desacredita la historia crítica del país. El resultado: niños aprendiendo desde pequeños a venerar a una administración como si fuera un dogma, y no un periodo más en la historia democrática.
La narrativa de “nosotros los buenos contra ellos los corruptos” también se ha convertido en un dogma oficial. Quien critica es “conservador”, “neoliberal”, “traidor” o “antipatriota”. En un país con heridas históricas profundas, este maniqueísmo no solo es peligroso: es irresponsable.
Los medios públicos han sido transformados en altavoces de la presidencia, mientras se estigmatiza a periodistas, intelectuales y artistas que disienten. Así, en vez de fomentar una ciudadanía informada y plural, se construye una cultura de obediencia emocional.
La democracia requiere ciudadanos críticos, informados, capaces de disentir, de debatir y de cuestionar incluso a quienes votaron. El adoctrinamiento ideológico, por el contrario, construye masas fieles, no ciudadanos responsables. Hoy México se encuentra en esa disyuntiva.
Si permitimos que el gobierno capture la mente de las nuevas generaciones a través de la educación y el control narrativo, el costo será alto: perderemos la república que tanto nos costó construir. No se trata de rechazar una ideología por otra, sino de proteger el derecho de cada mexicano a pensar, elegir y disentir.
Porque educar es liberar. Adoctrinar, en cambio, es someter.
Alejandra Del Río
@alejandra05 @aledelrio1111
Presidenta de PR Lab México, Catarte y Art Now México, ha escrito columnas sobre política, arte y sociales en muchos de los medios más reconocidos del país, particularmente en el Heraldo de México, El Punto Crítico y en el Digitallpost. Ha participado en numerosos proyectos de radio a lo largo de 20 años, hoy además dirige el podcast Fifty and Fabulous en Spotify.