Opinión

Confieso que cada vez comprendo menos a éste, mi país cada vez más delirante. Vea usted algunos motivos, causas o razones, estas últimas incomprensibles de manera creciente y aun remotamente alejadas de la realidad nacional, plagada de problemas esos sí urgentes que cobran vidas y/o socavan la sobrevivencia de millones de compatriotas ya sea por la galopante crisis de seguridad ciudadana o la precariedad económica, y los despropósitos políticos cuando se perfila una disputa electoral mayor que se peleará en 2021 a dentelladas.

Tiempos de la 4T. Lo que ocurre y se aplica a pie juntillas en el país, es consecuencia elemental del dictado del Evangelio según San Andrés Manuel, cuyas epístolas registran puntualmente en las mañanas los enviados de la prensa conservadora y la oficiosa, la primera que aguanta a pie firme la retahíla de descalificaciones e injurias y la segunda que aplaude y sonríe cómplice con la sinrazón voluntarista del prócer investido mesías por cuenta propia.

Al llegar a la Presidencia de la República, López Obrador se negó a vivir en la residencia oficial de Los Pinos y decidió convertirla en un espacio cultural, como parte de sus promesas de campaña para acabar con la corrupción y los lujos innecesarios. 

Si puso atención a las clases de historia seguro recordará que los EUA, a punta de pistola, nos arrebataron Texas por allá de 1847, el guion lo conocemos, López de Santa Anna (en realidad el presidente interino era Manuel de la peña y peña) firma unos tratados, los de Guadalupe-Hidalgo, uno de los robos más grandes de la historia y que cruza hasta por el muro de Trump.

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