Opinión

No sé si amlo y Ebrard han pecado de ingenuos o se los comió el tiburón del norte. Aquí en nuestro suelo ambos, amlo y Ebrard, ha festejado a grito abierto sus triunfos “diplomáticos” con Trump.

Confieso que cada vez comprendo menos a éste, mi país cada vez más delirante. Vea usted algunos motivos, causas o razones, estas últimas incomprensibles de manera creciente y aun remotamente alejadas de la realidad nacional, plagada de problemas esos sí urgentes que cobran vidas y/o socavan la sobrevivencia de millones de compatriotas ya sea por la galopante crisis de seguridad ciudadana o la precariedad económica, y los despropósitos políticos cuando se perfila una disputa electoral mayor que se peleará en 2021 a dentelladas.

Tiempos de la 4T. Lo que ocurre y se aplica a pie juntillas en el país, es consecuencia elemental del dictado del Evangelio según San Andrés Manuel, cuyas epístolas registran puntualmente en las mañanas los enviados de la prensa conservadora y la oficiosa, la primera que aguanta a pie firme la retahíla de descalificaciones e injurias y la segunda que aplaude y sonríe cómplice con la sinrazón voluntarista del prócer investido mesías por cuenta propia.

Al llegar a la Presidencia de la República, López Obrador se negó a vivir en la residencia oficial de Los Pinos y decidió convertirla en un espacio cultural, como parte de sus promesas de campaña para acabar con la corrupción y los lujos innecesarios.