UNA LLAMADA A ENTENDERSE

 
No hay civilización que perdure en el cuerpo a cuerpo, ojalá aprendamos a ser
más corazón que hazaña, más existencia que irrealidad, más espíritu fraterno que necedad entre nosotros. Olvidamos que somos puro latido de verso, encaminados a entendernos, si en verdad queremos entrar en el auténtico reino de la poética, como ese viento que siempre permanece para darnos aliento y no fenecer en los propósitos. Desde luego, cada día es más complicado ser coherentes con nuestra actitud de entrega a los demás, y lo es, porque nosotros mismos nos negamos a esa cultura de acercamiento, y más bien mostramos indiferencia hacia el prójimo. El mundo se ha vuelto oscuro, porque sus moradores no son claros, ni en sus lenguajes, ni en sus miradas, ni tampoco en sus acciones. Somos una sociedad que todo lo incumple, irresponsables a más no poder, con el discurso del odio siempre en los labios, alimentando venganzas y nutriendo el planeta de un salvajismo que nos retrotrae a otras épocas ya pasadas, que debieran habernos servido para superar esta forma cruel de proceder entre nosotros. 
 
Lo cierto es que nada es lo que parece, el mundo de la falsedad nos ha dejado sin verbo, y lo que es peor, con un talante interesado, que nada tiene que ver con una verdadera actitud de amor hacia nuestros análogos. Ante esta situación de siembras inútiles, que en lugar de armonizarnos, lo que activa es el enfrentamiento entre semejantes, nos conviene cuanto antes ponernos de acuerdo, cuando menos para frenar contiendas inútiles, que nos llevan a la decadencia de ese espíritu humano, que ha de ser solidario en todo momento y para toda la gente. Pensemos que nuestra misión es constructora, jamás destructiva, pues quien desprecia la vida, se mata a sí mismo. Hemos venido para vivir amándonos. Con razón se dice, se comenta, que el amor es la llave maestra que abre las puertas del edén, las ventanas de la felicidad, los suspiros de la inspiración en suma. Al fin y al cabo, el amor siempre convence y vence nuestros interiores, que es donde germina esa visual que todo lo perdona y justifica. 
 
El orbe de los privilegiados tiene que ejercitarse a no negar una nacionalidad o un acceso a derechos básicos como educación, salud, empleo y libertad del movimiento. También las poblaciones excluidas tienen que experimentar a cohesionarse más allá de su situación difícil, que suele ser temporal, pues lo prioritario de toda especie pensante, ha de ser luchar de manera certera contra todas las miserias humanas. Deshumanizarnos sería algo tremendo. En cualquier caso, la humanidad en su conjunto debe propiciar que ningún ser humano quede atrás, y ha de poner en primer lugar a los más desfavorecidos. Desde luego, tenemos que ir mejorando las políticas, para poder activar un crecimiento económico sostenible, inclusivo, sostenido y equitativo; lo que nos exige, un cambio de atmósferas más humanas, donde haya pleno empleo y trabajo decente para todos, la integración social sea algo más que un mero afán de buenas intenciones, pues lo cierto es que cada día son más las personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares, como resultado de los conflictos y la persecución, de la falta de futuro y sosiego que todos requerimos. 
 
Entenderse, por tanto, requiere escuchar primero y comprender después. Tengamos, asimismo presente, que por mucho que nos pesen los sufrimientos, jamás se puede perder la esperanza. Todos tenemos derecho a disfrutar de la vida. Por ello, es importante la acción de esas gentes que no se limitan únicamente a acoger nuestras propias miserias humanas, sino que saben además proteger vidas, promover avances e integrar almas humanas. Desde luego, el número de desplazados a nivel mundial no para de crecer y ya alcanza un registro récord de casi setenta y un millones de personas. Ante este aumento se necesita más adhesión humana. Quizás tengamos que aprender a querernos como familia, a universalizar nuestras acciones para vivir mejor, más unidos, más en armonía en suma. La paz es el verso perfecto para cualquier espíritu andante. El día que dejemos de ser lobos entre sí, la reconciliación será un hecho, y la tierra se unirá al cielo en esa inolvidable loa, en ningún otro tiempo manifestado, pero que será modelo y palabra viva para toda la eternidad, de una civilización, que se ha dejado amar y que se ha amado, hasta fraternizarse y trascender en lírica. La incivil realidad habrá pasado entonces a ser historia pasada.
 
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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19 de junio de 2019