OBSERVO QUE LA VIDA ES COMPROMISO

(Si nos reconocemos en el vivir, despertaremos a los días como deber)

  I.- EL AMOR LO IMPREGNA TODO DE VIDA
 
El amor es la caricia de la vida en los pétalos vivos
del alma, es el mimo del aire sobre los labios puros
del deseo, es la ternura  de una mirada que se vierte
en los demás, que nos baña  y nos fragua fecundos,
con abundantes sueños y con reducidas desilusiones.
 
No hay mayor ensueño que no poseerse sino donarse,
tampoco hay mayor vínculo de grandeza que darse,
porque el amor que lo es, lo es y nunca deja de serlo,
todo lo abraza con la mística de la pasión de la flor,
bordada por la verdad  y arropada por la bondad.
 
Nada persiste sin conmoción, todo fenece sin pasión,
pues una sociedad sana es la que atiende con afecto
y custodia con el alma, aquellos soplos desamados,
porque no hemos venido aquí para descartar a nadie,
sí para concurrir, ofreciendo y ofrendando alientos.
 
II.- LA VIDA SE CRECE CON EL AMAR
 
Hay que crecer por dentro para elevarse por fuera,
para ello poseemos el tiempo preciso existencial,
en un espacio determinado de mil auroras y ocasos,
días y noches que son los que realmente nos purgan,
clarificándonos en el amar por el que soy el que soy.
 
Jamás desperdiciemos la vida, ayudémonos a vivir,
con la capacidad de apasionarse y de echar raíces,
de volver el rostro a los propios rastros plantados,
para comerse con los ojos los andares trastocados,
y derretirse por pedir mil abrazos de indulgencias.
 
Conjuguemos el amar con el amor de amar amor,
juntemos la energía de aguardar con el afán de ser,
reunamos el mejor gesto para hacer la mejor gesta,
pues no hay proeza más sublime que conducirse
amando y reconducirse con la cruz en cada paso.
 
III.-  QUERER RECONOCERSE DA VIDA
 
Reconocerse en la inspiración es retornar a la savia,
mostrarse acorde a los pulsos es hacerse y rehacerse,
alzarse y  realzarse en las claridades de la sencillez,
que nos despliega a los níveos cielos de la esperanza,
mientras pilotamos por las difíciles aguas del mal.
 
Nunca es tarde para reencontrarse uno en su esencia,
para medirse y también observarse cada cual consigo
y junto a todos, tratando de explorarse mar adentro,
corazón a corazón, sabiendo que cada cual tenemos
un registro, una identidad que nos identifica en el yo.
 
Un yo que, justamente ha de unirse en esa variedad,
aprendiendo a reprenderse, corrigiendo con clemencia,
amándose a sí mismo para poder amar a su análogo,
pues nadie da lo que no tiene y en tan corto tiempo,
entonces no lo malgastes viviendo la vida sin quererte.
Víctor CORCOBA HERRERO
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12 de septiembre de 2020