AMLO NO SABE DIFERENCIAR ENTRE BURGUESA Y HAMBURGUESA

La educación y los conocimientos cuando se ostenta un título universitario es como los dientes, cuando no los tienes

se nota, el comprender al papel de la burguesía en la ciencia política y en la carrera de Administración Pública, se ve desde la óptica de diversos autores, Marx, Picon, Weber, Gunder, Hobsbaum, Kocka, Poulantzas o Ponteil, por mencionar los mínimos, no basta asistir catorce años a una escuela para saber, hay que entrar a clases. La cédula profesional 1418552 de 1989 de la Dirección de Profesiones certifica que Andrés Manuel López Obrador es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, en ambas carreras se pide mínimo saber las teorías sobre burguesía. Un estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública, que haya estudiado y sea honesto en cuanto sus conocimientos debe conocer el concepto de burguesía, es un tema esencial en la carrera, como conocer la diferencia entre ética y estética en un alumno de Filosofía, estructuralismo y constructivismo para un arquitecto, derecho civil y penal para un estudiante de derecho, álgebra y trigonometría para un ingeniero o química orgánica e inorgánica para un químico. Todo ello es parte de su elemental formación. Pero no distinguir la diferencia entre aburguesarse y hamburguesarse, primero evidencia dos cosas, que no se sabe la diferencia públicamente o que habiéndolo estudiado sus facultades mentales están disminuidas de tal manera, que ya no se tiene, ni la capacidad, ni las habilidades indispensables, para cumplir con una tarea elemental, honestamente debía admitirse esa disminución o tener el valor o la valentía para aceptarlo o la humildad y sencillez para reconocerlo.

Por más que quisiera minimizarse, el tema no es menor, si esa incapacidad se manifestara en un profesor universitario, estaría inhabilitado para realizar su trabajo, pero si se trata, del presidente de México, habría entonces que entender en ese contexto, el porqué de muchas de las decisiones erráticas y caprichosas, habrían de entenderse, los arranques de cólera y euforia en las mañaneras. Pero es aún más grave observar que nadie en su entorno se atreve a hacerle entrar en razón, un viejo maestro nos enseñó, que a los jefes hay que protegerlos hasta de ellos mismos.

No estaremos muy cerca de transitar hacia un presidente discreto, silencioso, aplicado a su trabajo, el de gobernar, sin exponerlo tanto a la difusión de sus carencias o esperar a que su salud lo obligue a delegar responsabilidades, a quién le importa mantenerlo vigente, pues a quienes viven de él, a quienes simulan servirle a él, mientras se sirven de él.
Son temas que todos eluden, que temen enfrentar, desde él mismo, hasta quienes operan en su entorno.

Seguimos sin saber su estado de salud, las pastillas que toma, el impacto a medio largo y corto plazo en su salud, una salud ya mermada por más que se le administren cocteles de medicamentos, por el bien de todos primero la Patria. Los distractores han hecho que los medios y la sociedad lo olvide o acepten que desde Palacio se minimice, pero cualquier día de éstos, a todos, siervos y adversarios nos puede dar un susto. Hay muchos indicadores aislados que parece que fatalmente nadie quiere ver. Y como todo lo están dejando a la improvisación y lo que se percibe venir, claramente, nadie lo quiere prever.

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