La Historia acecha en los pasillos del poder

Solo quienes han ocupado los más altos cargo de la administración pública, de nuestro país y no de todos, solo
los que sí acumulan poder real, la presidencia de la república, secretarías de despacho, no todos – decía – Gobernación, Defensa, Marina, Seguridad Pública, Hacienda, antes la Procuraduría General de la República, Pues, ahí, estuvieron verdaderos colosos y peritos en derecho muy experimentados en leyes y en política, antes de la triste pasarela de los recientes años.
 
Los cargos son instituciones de México y que son independientes de los partidos políticos y de las mujeres y hombres. Sus tareas, como lo habían hecho muchos de ellos, van más allá, inclusive de ideologías y consignas partidistas.
 
En el ejercicio del cargo y cuando menos te lo esperas, la Patria te sale al paso con diversos rostros, algunas veces en la cara de nuestros hijos o nietos, en la intimidad del hogar caminando en la soledad de la reflexión más íntima, por algún pasillo de Palacio cuando te asalta un recuerdo. En otros momentos a pesar de la vorágine de acontecimientos –todos importantes– que se suceden a gran velocidad frente a la pobre, frágil e indefensa naturaleza humana de las personas que ocupan esos cargos y que les cae encima, el peso y la fuerza de la investidura del poder, incluso la de la presidencia de la república.
 
Algún presidente o gobernador ha dicho que no les da tiempo de asimilar muchas de las cosas que pasan en frente de ellos. Ese presidente dijo que absorto en sus reflexiones, se recordaba en balcón de Palacio, frente a una gran vista de colores multiformes, que se sucedían a una velocidad incontenible que apenas le daba tiempo de identificar de entre esa vista las manchas policromáticas que se le presentaban a la vista y entre ellas un rumor sonidos indescifrables incoherentes, así, a esa velocidad transcurre el poder y se escurre entre las manos, entre un hecho o muchos, confundidos entre los intrascendentes y los que llegan a marcar un gobierno para siempre o un apodo – justo injusto – para la historia, así un día López Mateos se levantó con la noticia de que habían asesinado a Rubén Jaramillo ya toda su familia en Xochicalco Morelos “López Paseos”; Díaz Ordaz amaneció con la parte del 68 “asesino del 68”; Luis Echeverría con la crisis económica “populista”; López Portillo “enamorado e irresponsable” pero indiscutiblemente culto, con la caída de los precios del petróleo “corrupto”; de la Miguel Madrid , con el terremoto del 85 “oscuro”; Carlos Salinas con el levantamiento zapatista lo acusan de “ratero” pero si no hubiera sido por él no habría TLC y viviríamos quizás como Guatemala y nadie le puede regatear su genialidad económica; Ernesto Zedillo con la crisis financiera que costó al FOBAPROA y al venta de Ferromex “neoliberal”; Vicente Fox con las evidencias de los delitos del Encino que no quiso castigar y hoy sufrimos las consecuencias; Felipe Calderón con la guardería ABC pero nadie le puede negar su calidad de estadista; Enrique Peña con Ayotzinapa y López Obrador con las noticias de las evidencias de dinero en sobres, el accidente del metro en Tláhuac, las frecuentes visitas a Badiraguato, la negación de los laboratorios de fentanilo mexicano y el mote de “narcopresidente”.
 
Y Claudia Sheinbaum , el golpe de Estado con la elección del poder judicial con acordeones, cuando debe ser un ejercicio libre de la voluntad de los electores, pero la ejercieron con la voluntad de los autores de los acordeones, cuando el elector debe tener conocimientos para saber por quién votar, pero si no sabe y esa carencia de conocimientos la suple con los conocimientos de otro que puede ser el dictador que le dicta que hacer ya quién elegir, con las instrucciones de un acordeón, por encima de la voluntad y conocimientos del ciudadano elector. Si acaso eso no fuera suficiente para anular la elección, fruto de reformas constitucionales viciadas, porque solo el Partido MORENA ni con sus partidos satélites alcanzaba los votos para hacer la reforma, y ​​recurrió a la corrupción de cuatro senadores y un ministro, además presumido cínicamente por el más abominable de los nuevos ricos del bienestar, que se siente emperador del senado.
 
Eduardo Sadot Morales Figueroa
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