¿Annus horribilis?

SINGLADURA

Resulta claro que el desplome de los precios petroleros en el mercado mundial constituye un demoledor golpe para la economía mexicana y una pésima noticia para la inmensa mayoría de los mexicanos de a pie, pero si cree que usted amigo

(a) lector ya vio todo, espere al 2016.
Lejos del pesimismo, al que nos ha confinado el mundo económico mexicano y sus adláteres que persisten en un modelo cansón y fracasado a juzgar por sus frutos en casi  cuatro décadas, invito al optimismo a toda prueba porque nos hará falta el año próximo. Paciencia y resistencia serán clave.
Una cosa es que la caída del petróleo registre ya sus efectos adversos en las finanzas públicas del país y la volatilidad del peso este año, y otra lo que se anticipa en 2016 ante la falta de coberturas y el agotamiento del fondo de estabilización petrolera.
Según expertos como el Economista en Jefe para México de Bank of America Merrill Lynch, Carlos Capistrán, este año habrá un “efecto negativo” sobre el crecimiento del Producto Interno Bruto” (PIB) del país, pero aún “será menor”.
Pero en 2016, cuando las finanzas públicas mexicanas estarán descubiertas y los precios del petróleo sigan bajos, como es casi un hecho, el gobierno tendría que ajustar sus finanzas públicas con altas probabilidades de recortes severos al gasto público. De concretarse estas previsiones es claro que nos asomamos a un escenario severamente adverso y aún peligroso en un país que como el nuestro registra tasas de crecimiento tan absolutamente insuficientes hace casi 4 décadas e índices de desigualdad apabullantes, que aún muchos se niegan a ver.
Otro experto, Alejandro Villagómez, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (Cide), recién nos confió su pronóstico. Tampoco nada halagüeño.
Con precios petroleros “tan preocupantes” como los que tenemos, rozando casi los 30 dólares por barril, -los peores en poco más de cinco años- el entorno es complicado, pero una vez más “menos” que en 2016. Imagine usted que no menos de una tercera parte de los ingresos fiscales del gobierno tienen su origen en el petróleo.
Un pronóstico más corresponde al del economista Jorge Alonso Ortiz, del Instituto Tecnológico Autónomo de México (Itam), quien advirtió  las peores afectaciones del desplome petrolero en las finanzas públicas del país “pero no en este año, sino en el 2016”. Esto si persisten los precios bajos del petróleo. Algo nada difícil.
Alonso Ortiz cree que la alternativa al desplome del precio petrolero sería “elevar la deuda y el déficit público”, que se sustentan en parte en el ingreso de  Petróleos Mexicanos (Pemex). Pero esta fórmula paliativa tampoco podría ser alargada por tiempo indefinido.
Alonso Ortiz  cree que “sería mejor financiar el déficit con deuda porque la proporción entre deuda y el PIB está por debajo del 50 por ciento”, por ahora.
Concede que “en el mejor de los mundos sería fantástico reducir” a partir del gasto de la burocracia y el poder legislativo, pero admite que “no es tan fácil”.
En materia de inflación, Alonso Ortiz pone en duda que la caída del petróleo impacte mucho, siempre y cuando –subraya-  el Banco Central cumpla su función de regular el peso ante el dólar. Pero ya vimos que esto tampoco ha funcionado, menos aun cuando la moneda nacional se enrumba hacia los 18 por billete verde y aún más.
Cosa entonces de tener paciencia, optimizar recursos, cuidar el empleo y confiar en que el gobierno haga algo urgente y atinado con los sectores productivos y empresariales del país ante el inminente “annus horribilis” para 2016. Fin
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