Trampas al conductor

SINGLADURA

Si usted afable lector (a) conduce un auto en la Avenida Insurgentes –la más extensa de nuestra ciudad- a la altura de las estaciones del Metrobús Ciudad Universitaria y Centro Cultural Universitario, le conviene la prudencia y el control de la velocidad de

desplazamiento. Puede llevarse una sorpresa y, peor aún, una multa. 

Podría apostar que usted desconoce la velocidad máxima en una arteria primaria como Insurgentes. Sesenta kilómetros por hora. Sí. Para Ripley y aunque usted no lo crea, ese es el tope de velocidad en esa avenida emblemática que atraviesa de norte a sur la capital del país. Eche un vistazo y verá que le comento una verdad. Es increíble, pero así estamos “gobernados” por nuestras benditas –usted sabe el significado de este calificativo- autoridades.

Sesenta kilómetros como velocidad máxima en Insurgentes, cuando se puede claro. Es ridículo, pero tiene un sentido al menos para quienes detentan el poder –y el gobierno de paso- de la ciudad de México.

Claro. Si el conductor de un vehículo encuentra desahogada Insurgentes, pues corre a una velocidad mayor.  Si es difícil circular muchas veces y la mayor parte del día por Insurgentes a una velocidad  constante y moderada, es peor mantenerse por debajo de los 60 kilómetros por hora cuando la vía está libre a ciertas horas del día.

Pero “las autoridades” creen que una velocidad de 60 kilómetros por hora debe ser la máxima autorizada. Ajá. Imposible. ¿Y qué ocurre? Pues que las mismas autoridades usan este límite de máximo velocidad para embozarse y multar a cuanto incauto e ingenuo se pueda. Especialmente en horas de la noche. ¿Por qué?

Allá va la explicación. Como dije arriba, entre las estaciones Ciudad Universitaria y Centro Cultural Universitario –un tramo habitualmente despejado para el tránsito- unos minicoches del gobierno de la ciudad se camuflan y prácticamente se ocultan en ciertos puntos arbolados de ese tramo para con unas cámaras fotográficas ex profeso pillar a cuanto automovilista les sea posible. Captar la imagen con placa vehicular incluida y registrar la velocidad de desplazamiento –imposible menor a los 60 kilómetros por hora- a fin de levantar evidencia e infraccionar. La multa claro llegará por correo al domicilio que tenga registrado su vehículo y el negocio es redondo.

Imagine usted la bolsa que se hace el gobierno de la ciudad con las multas por  esas violaciones provocadas, inducidas por la propia autoridad. Y no hay nada qué hacer, más allá de pagar porque para ello también tienen bien instrumentado el monitoreo de las multas impagas al momento en que el automovilista busca por ejemplo verificar su auto.

Al menos deberían explicarnos los motivos para instituir una velocidad máxima de 60 kilómetros en una avenida como Insurgentes. Nadie la acata y el gobierno encantado de que así sea. Después de todo, su bolsa crece. Eso es lo importante y para eso emplaza a sus embozados, felices de que se viole la ley. Fin

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