¿Blindaje al Papa?

SINGLADURA

Leo una nota de los reporteros de La Jornada, Enrique Méndez y Ernesto Martínez Elorriaga, sobre las medidas de seguridad extremas en Michoacán a fin de resguardar –se supone- la seguridad del Papa Francisco y su séquito de religiosos durante la visita a esa entidad bajo el asedio del crimen organizado.


Apuntan ambos reporteros, uno enviado y el otro corresponsal en la plaza,  que la visita papal se registró en un contexto de violencia que no cesa y cuando falta una semana para que se cumpla el tercer año del surgimiento de la autodefensa.
Añaden que en la víspera de la visita del Papa Francisco los gobiernos federal y estatal  reforzaron las acciones de seguridad con acciones que incluyeron retenes carreteros y patrullajes en calles.
Pero no fue todo. Además, añaden, el Ejército apostó unidades con artillería pesada; e infantes de la Marina con armas largas revisaron vehículos, y fueron apostados francotiradores de  la Policía Federal . “Nada exagerado para una entidad con 15 años de asesinatos, desapariciones forzadas, secuestros y enfrentamientos”, admiten.
Citan recuentos periodísticos según los cuales la entidad registra  al menos 5 mil 500 asesinatos desde 2006 por disputas entre bandas, secuestros, venganzas y lo que el gobierno de Felipe Calderón denominó víctimas colaterales de su guerra contra la delincuencia organizada.
Aluden de igual forma el entorno de pobreza, calculado en 59.2 por ciento de los 3 millones de habitantes en el estado, y que 641 mil padezcan extrema pobreza. La mayor marginación se concentra en las comunidades indígenas, y si bien el índice de desempleo no es como el de otras entidades, esto se debe a la migración.
Se estima que cada año 20 mil jóvenes viajan a Estados Unidos, donde viven más de 2.5 millones de michoacanos, que envían anualmente casi 2 mil 300 millones de dólares, según datos de la Secretaría de Finanzas estatal.
Hasta allí el contenido de la nota periodística.  Poco me sorprende el hecho de que el gobierno en general, sea federal o estatal o municipal, se haya volcado sobre las fuerzas policiales y aún el Ejército y la Marina para preservar la seguridad papal.
Así fue incluso en las calles aledañas a la Nunciatura Vaticana al sur de la ciudad de México, donde fueron apostados militares armados para que pernoctaran alertas de cualquier incidente indeseable y peligroso para la integridad del Papa Francisco.  Concedo que la talla del personaje merecía un operativo especial de seguridad. No sólo por su condición humana en sí, sino por la representación que ostenta como líder de la feligresía católica del mundo.
Pero además, el Estado mexicano pareció obligado –este miércoles el Papa debe estar de vuelta sano y salvo a Roma- a autoprotegerse. Un percance que pudiera haber puesto en riesgo al Papa, del tipo que fuese, habría significado un enorme golpe para el estado mexicano, con consecuencias inimaginables.
Es un hecho que el operativo de seguridad resultó un éxito y qué mejor que haya resultado así. Pero me pregunto si nuestros gobernantes no encuentran vergonzoso que tengan que echar mano de cuanto genízaro, soldado y/o marino puedan para  autoprotegerse del pueblo que dicen representar, gobernar y conducir.
Nunca falta en estas circunstancias un desquiciado, pero está claro que los gobernantes revelan miedo a su propia gente, esa misma a la  que han envilecido,  traicionado y confinado a la pobreza. (fin)
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