Crónica trágica pintada de azul

Día 20 de la cuarentena, las cifras siguen en ascenso, 2 374 casos activos, 174 personas han muerto y se

 han recuperado 633 del Covid-19.
Gabriel Fernández, ingresó a las filas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, con la intensión de servir y proteger, desde un principio supo que ser policía, no sólo le traería muchos problemas personales, sino que además su vida estaría en riesgo cada vez que se pusiera el uniforme.

Se capacitó, se preparó para enfrentar todo lo que la ciudadanía repudia, la mala fama que tienen los uniformados y el desprecio con el que las personas los tratan.
Mientras servía a la ciudad, con integridad y dedicación, no escatimó esfuerzos, patrullaba en el turno que le asignaran, acudía a las comisiones que le señalaban y trataba de ser un buen elemento policial, consciente de que, para que las cosas cambien uno debe empezar a marcar la diferencia.

Muchas veces pensó que, si moría en el cumplimiento de su deber, sería con dignidad, defendiendo la seguridad de los ciudadanos, tratando de proteger la integridad de aquellos a quienes se había propuesto cuidar.
Varios años lució con orgullo su uniforme, varios años se entregó a sus labores día con día, por varios años luchó por ascender en su corporación.
Fue precisamente el 14 de marzo de este año, cuando recibió una comisión, vigilar y proteger un evento musical que las autoridades se negaron a cancelar, pese a las medidas de seguridad que ya se habían tomado por el peligro que representaba el covid-19.

Gabriel, disciplinado y cumplido, se presentó al evento y junto con sus compañeros, vigilaron que las cosas marcharan de la mejor manera posible.
Y así fue, el masivo espectáculo se desarrolló sin problemas, uno que otro asistente intentó hacer de las suyas, pero rápidamente fueron controlados e invitados a mantener el orden o a salir del lugar, por lo que se registró saldo blanco.

Unos días después de aquel evento, Gabriel comenzó a sentirse mal, presentaba vomito y diarrea y se presentó ante sus superiores para comunicarles su malestar.
Recibió 14 días de licencia médica, ya que se consideró que lo que tenía no era nada grave y con un poco de descanso y atención, se recuperaría en ese tiempo.
Pero las cosas no sucedieron así, Gabriel comenzó a sentirse más enfermo y acudió al IMSS, en donde le realizaron las pruebas pertinentes y el resultado fue positivo para covid-19.

Para cuando lo diagnosticaron infectado por el coronavirus ya era demasiado tarde, los médicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida y finalmente, el día 5 de abril, perdió la batalla y murió en la cama de un hospital.

Se había enfrentado a un asesino invisible, letal y traicionero que lo atacó sin consideración y lo fue mermando lentamente hasta que asestó el golpe fatal, arrebatándole la vida, las ilusiones y la voluntad de servir a la ciudadanía.

Se puede decir que murió en el cumplimiento de su deber, un deber que mantiene a los uniformados en las calles, cuidando a los ciudadanos que no pueden permanecer en sus hogares, vigilando los negocios que están cerrados por la pandemia, evitando que el caos se apodere de la ciudad.

Muchos son los policías que deben trabajar turno a turno, muchos son los que saben que ahora no tienen protección para ese asesino que los acecha en cualquier lado, no están preparados para enfrentarse a un ataque traicionero y despiadado por parte del covid-19, pero su vocación de servir, su labor de auxiliar y proteger, los motiva a seguir en las calles…

¡Un reconocimiento a todos y cada uno de ellos, en especial al policía segundo que pereció a causa de este terrible mal, y que llevaba por nombre: “Efraín Santillán”!