Crónica de un cruel destino

Día 40 de la cuarentena en México:17 mil 799 casos confirmados, 2 mil 627 casos recuperados y 1 mil 732 personas han muerto por el covid-19.
¡Oh, Dios…! ¡Qué frío está haciendo…! Y yo cubierta sólo con un delgado suéter… quiero levantarme para irme a mi casa… mi madre debe estar preocupada por mí, le dije que regresaría temprano y ya se está haciendo muy tarde, pero por más que lo intento no consigo moverme.
 
¿Qué hace toda esa gente que me mira con sorpresa? ¿Por qué no me escuchan? ¿Será que no les estoy hablando como imagino que lo hago? ¿Por qué no puedo oír mi propia voz?
 
Tengo que hacer algo para que me ayuden, debo intentar pararme, me siento bien, estoy segura que sólo fue el golpe, un golpe como todos los muchos que he recibido.
 
¿Por qué tenía que pasar en esta tarde? ¿Por qué a mí? Todo iba muy bien y tenía 
buen tiempo para llegar a mi casa, tal y como se lo había ofrecido a mi madre.
 
Ella estaba muy preocupada por los estúpidos ataques que ha habido en contra de los enfermeros y las enfermeras de los hospitales, por eso no se opuso a que me viniera en bicicleta a trabajar y mucho menos a que me regresara en ella al salir del hospital.
 
Traté de explicarle que yo no tenía ningún problema ya que estoy en el área de maternales, me toca atender los cuneros y todo está muy tranquilo en esa zona.
 
Pero mi mamá, siempre intranquila por mí me hizo prometerle que no me regresaría vestida de enfermera, que usaría el casco, las rodilleras, las coderas y que tendría mucho cuidado al pedalear por las avenidas, sobre todo, que usaría el carril destinado para bicicletas.
 
Hice todo lo que me pidió, sé que debí haber salido a las tres de la tarde como siempre, pero se complicaron las cosas y tuve que quedarme un par de horas más, por eso le avisé por teléfono que llegaría un poco más tarde.
 
Tuve que aguantarme otra charla sobre los cuidados que debía tener y sobre todo que iría directo a casa, tengo veinticinco años y mi madre todavía me trata como a una adolescente de quince, está bien que soy hija única, pero debe confiar un poco más en mí.
 
¿Acaso no me quité el uniforme de trabajo para ponerme un pantalón de mezclilla y una chamarra? ¿Acaso no me puse el casco y todos los protectores que ella misma me compró?
¿Acaso no usé el carril exclusivo para bicicletas y puse todos mis sentidos en respetar las señales de tránsito y sobre todo en estar atenta al tráfico de la avenida?
 
Ya quiero levantarme para irme a mi casa, mi madre debe estar preocupada, tengo que llamarla al menos para decirle que ya estoy en camino y que no se preocupe.
 
No sé por qué no puedo moverme, aunque lo intento, no entiendo por qué nadie me pone atención y me ayuda a levantarme del suelo, no sé por qué a cada momento tengo más frío si aún hace un sol estupendo, 
 
¿qué es lo que me está pasando?
 
¡Hey…! ¿Qué les pasa…? ¿Por qué me están oprimiendo el pecho? ¿Por qué me ponen esa luz en los ojos? No entiendo por qué tanto alboroto.
 
Sí, sé que ese carro venía muy rápido y se pasó el alto, me pegó, pero no fue muy fuerte, no sentí nada, no tengo ningún dolor, estoy bien, sólo ayúdenme a levantarme para ir al lado de mi madre.
 
Oigan… esperen… no me cierren los ojos… no veo nada… todo es oscuridad… tengo mucho sueño, pero no me puedo dormir… debo ir con madre… se va a preocupar mucho… mucho…
 
—Lo siento… ha muerto… —dijo el paramédico que la atendía…
 
—Era lógico… recibió un brutal golpazo, el carro la hizo volar como tres metros, se estrelló contra el parabrisas de ese auto y luego cayó al suelo… pobre muchacha… —dijo un policía al lado de él.
 
—¿Y el conductor del auto que la arrolló?
—Lo tenemos en la patrulla… la gente lo agarró y si no llegamos a tiempo, lo hubieran linchado, está todo golpeado, a ver si lo pueden revisar… es un muchacho de dieciocho años que venía hablando por el celular con su novia…  
 
https://youtu.be/EWN5E9P3pK0