La maldición de azul

No los conocemos y los injuriamos, los maldecimos, los rechazamos y los vemos como si fueran la peor plaga que azolá a nuestra ciudad: ellas y ellos son "los policías".

Nunca he sido abogado del diablo, por nadie ni por nada, y mucho menos en esta ocasión en que analicé un tema que ya casi nadie toca, un tema al que sólo se le menciona cuando las cosas no van bien, un tema que ha quedado marginado, igual que todos ellos y todas ellas, "la policía".

Y aquí me tienen, como siempre de metiche y criticón, lo cual realmente se aplica en este caso ya que no pienso callar lo que es una cruda y espantosa realidad que nadie quiere admitir.

Si bien es cierto que hay, los menos afortunadamente, policías, hombres y mujeres, que no merecen llevar el uniforme que deberían honrar y hacer respetar, también es cierto que hay elementos vestidos de azul que merecen todo nuestro reconocimiento, respeto y admiración.

Desde este momento, al referirme a los policías, será por igual hombres y mujeres ya que el uniforme no sólo debería hermanarlos, sino que también debería romper con esas absurdas y retrogradas ideas sexistas de considerar a unos más que a las otras.

Los policías se rifan el físico, día con día, turno tras turno, visten de azul y eso es como si llevaran un blanco pintado en la espalda para ser objetos de ataques, insultos, injurias y falta de respeto.

Visten de azul y es como si eso fuera el motivo por el cual las personas los discriminan y los ven como la peor escoria de la sociedad, en especial los vendedores ambulantes, cuando tratan de defender a alguno de su gremio que infringió la ley y debe ser sancionado.

Y ni que decir de los y las manifestantes, que escudados por los pasamontañas o por las pañoletas que les cubren el rostro, no sólo insultan a los y las policías, sino que, además, los agreden, les avientan objetos, les jalonean sus equipos de trabajo, vamos, hasta les prenden fuego, sólo porque se creen con el libre derecho de protestar.

Y eso es lo que no entienden, eso es lo que no les entra en sus cabecitas cerradas, tienen el derecho de protestar, de exigir, de gritar, de enojarse, de mentar madres si es necesario, pero no a los y las policías que sólo cumplen con su deber, que están ejerciendo su trabajo, que están al servicio de las mismas autoridades a las que los y las manifestantes están reclamando.

Lo peor de todo, es que existen órdenes que los policías tienen que seguir ya que de otra manera se quedarían si empleo, incluso, tal vez hasta serían procesados si no acatan las órdenes que les dan sus superiores, los que cómodamente, en sus oficinas, lejos de todo ataque, con oídos sordos a los manifestantes, han indicado a los policías que no respondan a las provocaciones.

¡Qué orden tan estúpida…! Cualquier ser humano, en cualquier país del mundo, si es agredido, por lo menos se defiende, por lo menos intenta evitar que lo lastimen, aunque para ello tenga que utilizar la fuerza, aunque eso implique devolver el ataque.

Sí, ya sé que me van a criticar por lo que acabo de decir, pero al 99% de los seres humanos no les va aquello de poner la otra mejilla, mucho menos cuando se está cumpliendo con un trabajo.

De sobra se sabe que, dentro de las marchas de protesta, sobre todo las marchas que prometen ser multitudinarias y de relevancia, hay infiltrados grupos que van con el único fin de provocar violencia, ¿entonces? ¿Por qué permitirles que lo hagan? ¿Acaso hay alguna consigna especial por parte de las autoridades federales? ¿Les pertenecen esos grupos y quieren protegerlos a costa del sacrificio de los y las policías que trabajan para ese mismo gobierno?

Lo peor de todo, es que los delincuentes tienen más garantías y derechos que los mismos policías, por eso es que muchos y muchas se contienen de actuar como deberían actuar, llevando a la práctica todo lo que aprendieron en la academia, como defensa personal para someter a los delincuentes.

Como quiera que sea, los policías y principalmente las mujeres que visten el uniforme azul, son carne de cañón para intereses mezquinos y de poder.

Si bien es cierto que los sueldos de los policías ya no son tan humillantes como en el pasado, también es cierto que están arriesgando sus vidas por un salario que jamás les dará una comodidad económica.

Los políticos en el poder, jamás se han preocupado por las fuerzas policiales, por el contrario, los tienen sometidos y los empujan directamente a la corrupción que ellos mismos viven y manifiestan.

Después de salir de la academia, un policía tiene muy pocas oportunidades de superarse, de manera honesta y legal, dentro de la corporación, no hay alicientes, no hay la oportunidad de hacer una carrera que sea la meta de los uniformados.

Existen cientos de historias de policías que han sacrificado sus vidas para salvar las de otras personas, lo mismo ocurre con policías que han devuelto grandes cantidades de dinero que han encontrado y ni que decir de los policías que han ayudado a madres parturientas a que den a luz, ya sea en el carro patrulla o aún en la misma calle.

Y estas hazañas, estos momentos quedan ahí, las personas sólo comentan: "es su obligación", "para eso les pagan" y tienen razón, es su obligación y para eso les pagan, pero no les pagan para soportar insultos de gente corriente y vulgar que sale en defensa de alguien que ha cometido un delito y por protegerlo son capaces de atacar a los uniformados.

Las autoridades deberían profesionalizar y organizar a los policías, motivarlos con ascensos, invitarlos a superarse, mostrarles que hay un futuro en las fuerzas del orden, que pueden aspirar a cargos realmente importantes, reconocer sus méritos, premiar sus esfuerzos, alentando así su vocación de proteger y servir, tal y como ocurre en todas partes del mundo y entonces, las cosas cambiarían.