El “influyentismo políticamente correcto”

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La sociedad mexicana vive un hartazgo profundo y sentido para con las autoridades del gobierno. Las deficiencias de los funcionarios públicos, los excesos incurridos por algunos altos mandos del gobierno y el cinismo de las élites económicas han exaltado la molestia social.

Hoy son temas recurrentes en las redes sociales, las sobremesas, los “opinólogos” de la radio y la televisión, y hasta en las campañas de los partidos políticos. ¡Que “tales” funcionarios llevaron a “tantos” de viaje a costa del erario! y la respuesta del cuestionado es: ¡Son chingaderas! ¡Que “otros” se promueven como de “buena moral” y tienen prácticas pederastas y “tienen valores familiares” y “contratan sexoservidoras para sus fiestas”! y el “ciudadano” responde: ¡Qué poca madre! En pocas palabras: el rencor es moneda de cambio para “ganar adeptos”, como si eso los eximiera de sus responsabilidades de cuando han ocupado responsabilidades públicas.
Independientemente del encono generado y orquestado con motivo de la contienda electoral, la ciudadanía ha sido severamente bombardeada con información que exacerba la molestia y el rencor.
Ciertamente los escándalos políticos que se han suscitado durante los últimos seis meses, han sido la pólvora que se ha esparcido en las conciencias de muchos mexicanos y que los mercadológos políticos han utilizado para promover a sus clientes, habrán de generar réditos que se convertirán en votos, sin embargo, el saldo que dejarán serán más desconfianza y odios para con todo lo que tenga que ver con la cosa pública.
Ante este panorama, no es difícil presenciar actos de desobediencia civil que, al final del día, demuestran no sólo el descontento con la autoridad sino que –además– hacen patente el individualismo, egoísmo y falta de civismo que prevalece en la sociedad mexicana. Así, hoy los ciudadanos, bajo la justificación del mal gobierno y el peor desempeño de las autoridades, las desconocen y hasta las insultan, bajo el pretexto de “pago impuestos, soy tu ‘jefe’”.
Esto, más allá de buscar justificaciones para el actuar de los ciudadanos o para defender a la vilipendiada autoridad, es una llamada de atención –clara y precisa– que debemos atender: vivimos en una sociedad en descomposición, en la que no hay autoridad y el orden pareciera surgir de la inercia. Si las autoridades mantienen el declive de legitimidad, próximamente volveremos a imponer la Ley del Talión, sin que medie forma alguna de restaurar la civilidad en la convivencia social.
@AndresAguileraM