El encuentro de los populistas

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Como lo comenté en la entrega anterior, Donald Trump es, sin lugar a dudas, el precandidato Republicano que más ha llamado la atención en los últimos tiempos, ello debido al manejo de una retórica populista que está cobrando gran arraigo en un

sector muy importante de la sociedad norteamericana.

Su populismo se centra en encontrar un motivo de miedo en la sociedad. En el caso de los norteamericanos, el principal miedo es a perder su forma de vida, sus trabajos, sus propiedades y sus empleos. Este miedo desgraciadamente se transforma en odio y éste, casi inevitablemente desemboca en violencia.

Esta estrategia política no es nueva, pues desde que la democracia es el principal sistema de gobierno en el mundo, el discurso populista ha sido una de las herramientas más socorridas. El ejemplo más significativo lo vemos con Adolfo Hitler quien, a través del miedo, exaltó el valor hacia lo Alemán, como instrumento de unificación política.

El discurso populista es el mismo sin importar que éste sea de izquierda o derecha, pues, al final, es la misma fórmula: el miedo genera odio; y éste genera unidad y, con ello, una fuerza política prácticamente invencible.

En México hemos padecido muchos gobiernos populistas tanto de izquierda como de derecha. Hoy la posturas más extrema se percibe en Andrés Manuel López Obrador, quien ha dado muestras de seguir esta estrategia política. Su discurso tiene la estructura populista, pues explota el miedo, el rencor, el enojo, la indignación y la molestia generalizada hacia una clase gobernante. Denuncia, de forma permanente, la existencia de una “mafia en el poder” que se enriquece “a costas del pueblo bueno”; venderá el “avión presidencial” pues “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, entre otras frases célebres. Todo dentro de un mismo esquema: el miedo.

Estoy convencido que, en la politiquería, los escrúpulos son los menos socorridos y más tratándose de los funestos populistas. Cualquier medio utilizado, sin importar las consecuencias, serán idóneos para alcanzar el poder político. Sin embargo, la vía del miedo, el enojo y el odio vaticinan una debacle social, pues es una maquinaria muy sencilla de echar a andar, pero muy difícil de detener. Mientras se exacerben los ánimos y se promueva la violencia –y aunque sea veladamente–, el final será fatídico para cualquier sociedad. La historia nos ha dado muestras claras de ello: jamás ha habido un régimen, cuyo sustento haya sido el odio, que sea piedra angular para el desarrollo de las naciones. Del odio surge la violencia, y de la violencia, innegablemente se gesta una guerra y es hasta el periodo de reconciliación cuando las naciones avanzan en su desarrollo.

Los populismos –derecha o izquierda– son peligrosos por ser irresponsables. Sin embargo, su efectividad política y la facilidad con la que son aceptados, han hecho que cobren revuelo permitan el acceso al poder a personas sin escrúpulos que explotan el miedo y el odio. Así, muchas naciones el orbe están sucumbiendo ante el encantamiento de estas viejas prácticas que mucho daño han hecho al desarrollo de la humanidad.

@AndresAguileraM