El lamentable reinado de los cínicos

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Ayer, me despierto con la lamentable noticia que el Gobernador de Veracruz denunció que, durante la administración del impresentable Javier Duarte de Ochoa, el Centro Estatal de Cancerología aplicó quimioterapias falsas, sobre todo a niños que padecen cáncer, a quienes se les aplicaba agua destilada; lo que quiere decir que,

los pagos realizados por el del medicamento –alto por cierto– implicó un desvío adicional de recursos del ya de por sí defenestrado ex gobernador.

Durante los años 2010, 2011 y 2012, el Partido Revolucionario Institucional presumía a sus recién electos gobernadores, jóvenes en comparación con la clase política de aquel entonces, como los representantes del “Nuevo PRI”, que –supuestamente– había desterrado las viejas prácticas y habían asumido un nuevo compromiso con la sociedad. Lamentablemente, sí demostraron –para mal– ser una nueva clase gobernante; mucho más voraz, cínica, desvergonzada y –por decir lo menos– incompetente, incapaz y corrupta de los últimos lustros. Javier Duarte de Ochoa, Roberto Borje y César Duarte son muestra icónica de los abusos y excesos de quienes asumen gubernaturas que se ejercen como ducados absolutistas.

Sin embargo, la incompetencia y corrupción son males característicos no sólo de un partido, sino de una generación de políticos que demuestran, cínicamente, una carencia absoluta de valores y de una gigantesca necesidad por enriquecerse inescrupulosamente de las prebendas del ejercicio del poder del Estado. La banalidad y la frivolidad son sus cánones de conducta; el descuido, la indolencia y la ineptitud sus características descriptivas principales. Las convicciones por el bienestar general y los principios ideológicos, se reducen a recursos retóricos para discursos mal logrados que la gente percibe huecos, ajenos y –en consecuencia– carentes de toda credibilidad.

Javier Duarte (“JaviDu” para los cuates) es el ícono de la podredumbre política de México. Su ambición, corrupción e incompetencia serán recordados por la gente, con enojo, rabia e impotencia, durante muchos años; si no es que –en breve– llega otro que lo supere, cosa que no será difícil de encontrar en esta pléyade de cínicos que ejerce el poder político en nuestro país.

El fraude de las quimioterapias es muestra clara de lo más grotesco que ha ocurrido en los últimos tiempos. Nada más deleznable que jugar –y lucrar– con la salud de los niños. Es una de las peores infamias de las que tengo memoria. Hoy, más que nunca, el gobierno de Enrique Peña Nieto debe actuar en contra de este desgraciado, so pena de ser recordado como cómplice y tapadera de una de las peores infamias y afrentas en contra del pueblo de México.

“JaviDu” lo menos que merece es la cárcel. Lo que ya ganó –y que nadie le podrá quitar– es el desprecio de gran parte del pueblo de México –en el que –por supuesto me incluyo– y su lugar como el peor de los corruptos de la historia moderna de México.

@AndresAguileraM