El silencio de una sociedad cómplice de la violencia contra la mujer

¿Por qué tanta indiferencia ante la cínica y grosera violencia que nos aqueja como sociedad? ¿Por qué tanta indolencia ante un grave problema nacional? ¿Por qué ignorar

 y desestimar el riesgo evidente de grupos específicos de personas? Son preguntas que —queramos o no— están permanentemente en el inconsciente de la sociedad mexicana.
Durante los últimos veinte años, hemos sido testigos de un incremento en la violencia en el territorio nacional. Cierto: la actividad criminal de la delincuencia organizada, sus ajustes de cuentas y peleas intestinas por el control de los funestos negocios ilegales son fuente innegable de esta situación, así como también lo es la indolencia ante sucesos que consideramos como “comunes” o “habituales”.
Tan pernicioso es el cómplice de quienes trafican con narcóticos y permiten su tránsito por el territorio nacional, como aquellos que callan, ignoran y se muestran indiferentes ante las agresiones verbales de las que son víctimas mujeres, niñas y niños, so pretexto de ser cuestiones de la esfera privada y las relaciones intrafamiliares.
En estos días y gracias a la difusión que permiten tanto las redes sociales como los medios de comunicación masiva, es posible visualizar, con mayor concurrencia, estos problemas surgidos de la descomposición social y de la pérdida de valor para la condición humana. Tristemente, atestiguamos que las desapariciones de niñas y adolescentes cada vez son más frecuentes; que las denuncias por violencia contra niños y niñas van en aumento, y que el ser niña o mujer es un factor adicional de riesgo ante la prevaleciente situación de inseguridad que priva en México. Según datos del INEGI, en 2018 fueron asesinadas aproximadamente 4,366 mujeres en México, de las cuales, el 3% —es decir, 131— eran niñas menores de 10 años. Es importante destacar que el 25% de estos tuvieron lugar en espacios privados, es decir, en los hogares.
Como vemos, la condición de violencia contra mujeres incide y pudre lo más profundo de la sociedad. Considero que es un problema aún más grave que la violencia derivada de la criminalidad, pues sus orígenes, penosamente, residen en los núcleos familiares, en reglas de convivencia no escritas pero enquistadas en el trato social y en conductas discriminatorias que —contra toda lógica— aún siguen formando parte de la cotidianidad.
La violencia contra las mujeres es un problema grave que debe ser atendido, de forma integral, por todas las instituciones del Estado. Es un asunto de seguridad nacional pues peligra, por su condición de género, poco más de la mitad de la población total del país. Es un problema más allá de la diatriba política; pues implica la garantía de vida y libertad para más de 64 millones de personas.
Se tiene que asumir la responsabilidad tanto política como histórica y atender este problema. No es un asunto de pintas y deterioro del mobiliario urbano; son vidas que se pierden, de forma violenta y reiterada que se recrudece día con día, ante la pasividad y consecuente complicidad de una sociedad que, simplemente, ha decidido ignorar esta lamentable situación.
@AndresAguilera