Sobre el Maximato

Tras el homicidio del General Álvaro Obregón, quien para ese momento era Presidente Electo, se suscitaron una serie de hechos y condiciones que

pusieron en gran riesgo la gobernabilidad y estabilidad del recientemente pacificado México.

Al momento de suscitarse esta situación, el país se encontraba sumamente convulso. La Guerra Cristera se había agudizado y diversas entidades del país se encontraban en estado de guerra; las arcas de la nación se encontraban prácticamente, aunado a las crecientes conspiraciones que surgían de las ambiciones de los diversos mandos militares y revolucionarios.

La forma en que se logró ir sorteando los avatares generados por la complicada situación social, política y económica, fue a través de la construcción pragmática de un sistema en el que, a través del ejercicio de las facultades constitucionales del Presidente, principalmente en lo referente al mando del ejército y la fuerza pública, aunado a otras meta legales, como el control de las instancias de justicia, lograba controlar y contener las pretensiones de golpes de estado y subversiones. Ciertamente, había una gran concentración de poder en un solo individuo, lo que era justificado por la situación anómala que se vivía en aquellos tiempos de violencia y ambición.

Por ello, el homicidio de quien ocuparía la Presidencia de la República representaba un grave riesgo a la seguridad de la nación, aunado que el principio de “Sufragio Efectivo, No Reelección”, al ser origen del movimiento revolucionario, impedía una reelección consecutiva o ampliación del mandato presidencial, se requirió de una serie de medidas legales y extralegales, para evitar que el país volviera a caer en la ingobernabilidad. 

De este modo, Plutarco Elías Calles, quien ocupaba la Presidencia de la República, optó por la creación de un nuevo sistema en el que, a través de la figura de “Jefe Máximo de la Revolución”, mantuvo el control de las instituciones gubernamentales y políticas del país. Este periodo de la historia se conoció como “El Maximato”.

Ciertamente, las condiciones del país y la ausencia de instituciones legales que solucionaran esta situación, se acudieron al establecimiento de estas medidas que permitieron conservar la gobernabilidad; sin embargo, como toda medida de emergencia, debía ser transitoria, lo que no ocurrió. Elías Calles se consolidó como líder máximo; puso e impuso presidentes y controló al gobierno a su beneficio, situación que terminó con su exilio impuesto por el General Lázaro Cárdenas.

Al paso de los años el periodo del “Maximato” se califica como una pretensión tiránica y hoy sería impensable una situación de esta naturaleza, porque pese a las condiciones precarias del país, hoy contamos con instituciones, procedimientos y normas que regulan la ausencia de quien sustituya al titular del Ejecutivo Federal, así como la consolidación de instituciones e instancias electorales que garantizan el normal desarrollo democrático del país y la transición pacífica del país. Al fin y al cabo, la figura de “Jefe Máximo” que no es otra cosa que un tirano al estilo de la República Romana, es prácticamente injustificable e innecesario ante la institucionalización del Estado Mexicano.

@AndresAguileraM