Socialismo y populismo: ideología y perversión

En el siglo XVIII, cuando el desarrollo industrial y la burguesía tomaron el control sobre los medios de producción y, a través de

su poderío económico lograron someter a los monarcas déspotas e impulsar las rebeliones que dieron pauta a la nueva concepción de república, ciertamente se modificó la concepción y propósitos del poder político. La democracia se volvió un instrumento para diversificar el acceso al poder, ya no era la tradición ni la herencia la que determinaba quien gobernaba, sino la decisión popular, para lo que se establecieron mecanismos, procedimientos y condiciones para quienes participaran de las decisiones.

En Europa, aún y cuando se conservaban las tradiciones monárquicas, la presencia de un marco constitucional y la instauración de los incipientes parlamentos, fueron generando condiciones democráticas y de equilibrio de poderes. Sin embargo, el parlamento, difícilmente estaba integrado por gente común, la representación popular ha estado, desde sus inicios, integradas por los entonces burgueses, dueños del capital.

En 1844, cuando Karl Marx publica los “Manuscritos de Economía y Filosofía”, la sociedad vivía el esplendor de la Revolución Industrial. La máquina de vapor, la industrialización de los procesos de producción y la creación de una nueva clase social, la obrera, únicamente agudizaron los graves problemas de desigualdad que se venían arrastrando desde el despotismo, con cambio de denominación.

El sometimiento, la miseria y el hambre, aunados a las condiciones deplorables a las que se enfrentaban, aunado al desamparo y la desolación producida por el abandono del Estado, generó una división social sumamente marcada que se materializaba en acciones bélicas, a modo de venganza, en donde obreros se levantaban en armas en contra de sus patrones. El odio prevalecía, el resentimiento los movía y, sobre todo, la certeza de no tener que perder más que una vida miserable, casi al grado de esclavitud.

La situación social prevaleciente, junto con una serie de reflexiones dialécticas, llevaron a Marx a desarrollar la teoría del socialismo-comunismo, contenido en su obra más destacada “El Capital”, en la que planteaba que el Estado fungiera como un ente supremo que repartiera equitativamente la riqueza, sin que para ello existiera propiedad privada ni individualismo, es decir, una igualdad a rajatabla.

Como sabemos, el gran experimento del socialismo se materializó en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, con fatídicos resultados. En donde fue utilizada como mecanismo de sometimiento social, coartación de derechos fundamentales y, sobre todo, la implementación de regímenes tiránicos en los que se generaron graves violaciones a derechos humanos.

Tras casi 60 años de existencia, el socialismo cayó junto con la división bipolar del mundo. La libertad y la democracia se establecieron como valores mundiales. Sin embargo, sólo bastaron 15 años para que los excesos generaran desencanto en la gente.

Con ello, un nuevo movimiento político, en el que se enarbolaban no sólo deseos de bienestar, sino también los de venganza hacia las clases favorecidas por el liberalismo, se gestó y consolidó. Se avocó a proliferar que la forma tradicional de gobernar no generaba más que injusticias, en tanto que crecieron liderazgos megalómanos que se mostraron, gracias al apoyo de medios de comunicación sofisticados y acordes a la gente, como personas con remedios mágicos para todos los males de las sociedades, sin programas, ideas o ideologías definidas. Sólo vociferando aquello que las personas deseaban escuchar para sentirse representadas en alguien con poder.

Así, en tanto que el socialismo es producto del pensamiento reflexivo y, a su vez, revestía una ideología, basada en conceptos éticos, históricos, filosóficos y económicos que demostró ser inaplicable en la humanidad, el populismo es un mecanismo banal y hueco, utilizado por un grupo de ambiciosos que utilizan las pasiones de la gente para hacerse del poder, a través de la perversión de los procedimientos, modos y formas de los sistemas democráticos, sin que jamás generen condiciones de bienestar, equidad o mejoría sociales. No es una ideología, es el oportunismo materializado en estrategia deleznable para alcanzar el poder.

@AndresAguileraM