En búsqueda de Esperanza

Llevo algunos meses alejado de este espacio que amablemente me han brindado mis amigos de @elpuntocritico,

desde hace más de 16 años. Hoy pretendo renovar nuevamente mis colaboraciones semanales, a pesar del desánimo que la cosa pública pudiera llegar a generar.

Recuerdo que cuando empecé a escribir ya compartir mis ideas con respecto a temas preponderantemente políticos y, en ocasiones jurídicas, lo hacía —sin llegar a la ingenuidad del idealismo— bajo la premisa que, independientemente de las ambiciones, apetitos y pasiones personales, siempre existía. la inquietud por generar mejores condiciones de vida para con la sociedad, al tiempo que se asentaban bases sólidas y reales para el bienestar general.

Hoy, lamentablemente observo, con profunda tristeza, que una parte importante de quienes desempeñan funciones públicas, lo hacen desde el egoísmo, la sumisión y el desparpajo; alejados de cualquier principio, sujetos sólo a la complacencia, o bien de sus deseos egoístas o del sometimiento incuestionable y absoluto a la voluntad y designio de sus superiores.

Los principios e ideologías han cedido paso a un pragmatismo desmedido, en el que sólo el poder —y mantenerse en él— es lo único que importa. Las multas para los que se emplean pasan a segundo término. Ya no hay mentes que planifiquen, estructuren y ejecuten planes y programas de gobierno a mediano y largo plazo, sólo se llevan a cabo aquellas que, por su inmediata e impacto, generan aceptación y reconocimiento momentáneo, sin que ello tenga un beneficio real para la población.

El mundo, en general, ha sufrido una gran transformación en la política. Las formas y modos en los que se ejerce el poder público han sido desplazados por otras más pragmáticas y menos comprometidas con las funciones desempeñadas. Si bien son más estridentes y confrontantes, también lo es que son igualmente huecos e irrealizables, cuya única finalidad es atizar las condiciones de polarización y división entre la sociedad, con el fin de lograr felicidad que, en aras de una reivindicación y revancha social, siguen a los dirigentes políticos como guías religiosos que se tornan en el “mazo sancionador” de los “opresores”. Así, las contiendas políticas han dejado de lado los debates de ideas y los han transformado en intercambios de culpas y acusaciones infructuosas, que sólo evidencian la agudización de los reclamos y odios que se han gestado a lo largo de la historia de la humanidad.

En conclusión, lamentablemente aprecio que la política se ha vuelto un campo incesante de confrontación, en donde reinan la polarización, la violencia, el odio y la sinrazón; que se sintonizan perfectamente con la indolencia, el cinismo y la ineptitud desacreditada que se aprecia en acciones ramplonas de gobierno, sin proyecciones a largo plazo, en donde predomina la inmediatez, el relumbrón y el aplauso fácil.

Sin embargo, estoy convencido de que, si bien estamos viviendo un cambio de paradigma con respecto a la cosa pública, también lo estoy de que esta situación sólo es un ajuste en la forma y desarrollo de la vida social, en donde el deseo de libertad y democracia, en algún momento, habrán de tomar su lugar y se reencausará la política hacia el bien común. No podemos permanecer en el caos del cinismo autoritario y la arbitrariedad de la indolencia gubernamental. Mientras haya gente que esté convencida de que sólo en libertad y democracia podemos desarrollarnos plenamente, siempre habrá una esperanza de mejoría, aunque las condiciones actuales hagan que se vislumbren más lejanas que nunca.

@AndresAguileraM