Las consecuencias de las marchas y plantones en la Ciudad de México

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Tradicionalmente los grupos sociales han utilizado las marchas y plantones como mecanismos de presión política para obtener beneficios y solucionar problemas que aquejan a importantes sectores de la sociedad. Cualquier grupo que considere que el gobierno ha desatendido alguna de sus obligaciones, principalmente aquellas de naturaleza social, suele hacer uso de

este recurso para hacer escuchar su voz y ser reconocidos frente a la sociedad.

El obstaculizar vialidades, impedir acceso o salidas de los edificios de gobierno, marchar en grandes contingentes, son medidas que son empleadas como mecanismos extraordinarios para lograrse hacer escuchar por las autoridades y la sociedad, pues se generan la atención de todos sobre un tema que, en la mayoría de las ocasiones, son problemáticas particulares que aquejan a sectores muy específicos..

En este sentido, la Ciudad de México, al ser el centro político, económico y social de nuestro país, vive alrededor de 8 mil marchas y plantones al año, lo que, además de hacer de estas prácticas algo recurrente y que se torna en parte de la cotidianeidad, ha llegado a generar pérdidas económicas millonarias, producto del cierre de comercios y establecimientos mercantiles, así como de daños que son provocado con motivo de las mismas, que ascienden a poco más de 1000 millones de pesos. Lo que, a su vez, indirectamente, genera pérdidas para un amplio sector de la población que se ve afectado por estas condiciones, que pierden tiempo, empleos e, incluso, la vida por la imposibilidad de acceder a tiempo a los centros de salud.

Todo lo anterior se transforma en un clamor reiterado de la mayoría de la sociedad por que existan reglas claras con respecto de las formas de expresar las exigencias y demandas al gobierno por resolver las problemáticas que afectan a determinados grupos de la sociedad. Es decir, reglamentar los modos, medios y formas en las que se pueden exigir a las autoridades el cumplimiento de sus obligaciones.

Estoy cierto que el hecho de pretender reglamentar las marchas, plantones y similares, es una exigencia que genera escozor y hacen mella en quienes consideran estos mecanismos como formas elementales de expresar libremente las ideas; sin embargo, debe haber consciencia de que por más legítimas y justas que sean las exigencias, la vida de las ciudades no pueden -ni deben- ser rehenes de exigencias ni presiones de grupos ni intereses.

@AndresAguileraM