Epilogo: Esto –lastimosamente– veo

elestado

La gran conclusión a la que puedo llegar después de disertaciones y reflexiones respecto a las características de los servidores públicos, es que se requieren de tres condiciones para que una gestión pública verdaderamente sea útil: vocación de servicio, convicciones firmes y la ambición por servir a un fin superior o bien público. Sí, precisamente, son aptitudes

propias de personas excepcionales, contrarias –en muchos casos– a la naturaleza humana, pues implican condiciones profesionales, éticas y morales muy superiores a las del promedio de la población general. Esta exigencia se presenta en todas las sociedades del mundo, pero… ¿qué pasa en la realidad?

La función pública es acremente criticada y vilipendiada por la mayoría de las voces de la sociedad y con absoluta razón. Por desgracia, la burocracia nacional se destaca por su ineficacia y su falta de efectividad. Los altos mandos del gobierno –en su mayoría políticos de carrera– están más cerca de la frivolidad de la farándula que de la propia función. La razón: la falta de compromiso social y el exceso de ambición por el dinero de quienes ocupan las carteras públicas.

Muchos gobernantes se prostituyen y sirven a los grandes intereses económicos, a quienes hacen ganar fortunas a cambio de centavos que van directo a sus carteras, para ello gastan carretadas de dinero del erario público para legitimar acciones y lograr simpatías hacia reformas y acciones que no aportan nada al bienestar general y sólo benefician a una minoría que, al final del día, fue la que los puso al frente de las carteras públicas.

El escenario se torna más sombrío aún, pues no existe una fuerza opositora que permita vislumbrar, verdaderamente, un cambio de rumbo, pues ni aquellos que se envuelven en la bandera de la oposición y del populismo –si, esos que se autoproclaman como “rayitos de esperanza”– o aquellos que ofrecieron un futuro mejor con la alternancia y se comprometieron a aniquilar a la corrupción y a los corruptos –pisando víboras prietas y tepocatas– y que resultaron ser una verdadera desilusión, pues fueron muy malos para gobernar pero muy buenos para hacer negocios, representan el sentir de la generalidad, pues forman parte de la misma pantomima.

Penosamente, ninguna de las opciones políticas actuales representan algo que se acerque al sentir popular, por el contrario, son sólo clichés políticos, más de lo mismo en momentos que se requiere un viraje profundo de dirección. Malamente el futuro de México está plagado de fórmulas arcaicas con ineficacia comprobada.

@AndresAguileraM