¿Hacia dónde vamos? (última de tres partes)

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También se crearon nuevos marcos regulatorios en las materias fiscal, económica y de telecomunicaciones, cuyo objetivo principal —según lo declarado en el marco del Pacto por México—, ‘grosso modo’,  fue retomar el papel rector del gobierno, para crear un marco recaudatorio equitativo, en el que los grandes capitales se sometieran al

imperio del gobierno, aportaran más al desarrollo y se equilibrara la de los contribuyentes cautivos, al tiempo que se instauraban mecanismos tendientes a fomentar el crecimiento económico; todo ello en concordancia con un acuerdo general por detener la influencia de poderes fácticos que —durante la última década— tuvieron gran injerencia en las decisiones e instituciones de Estado para mantener su ‘statu quo’, sin importar que ello ensanchara la brecha entre riqueza y pobreza, la diferencia abismal entre “comer” y “no comer”.

El gobierno mostró una intención valiosa, pretendió hacer cambios necesarios y de fondo, sin embargo, la influencia y fuerza de los poderes fácticos —que aglutinaron muchos intereses, principalmente económicos— desplegaron ejércitos de cabilderos y activistas quienes, basados —desgraciadamente— en las reglas democráticas, modificaron partes específicas de los textos legales propuestos para que sus privilegios quedaran intocados, haciendo que el mayor esfuerzo político realizado en las últimas décadas —el Pacto por México— fuera secuestrado por el egoísmo, la mezquindad, la ambición y la falta de compromiso para con cualquier tipo de ideal valioso, dejando colgadas, nuevamente, las esperanzas de un país deseoso de mejoría y bienestar.

México está en espera de concluir un proyecto de reivindicación social que surgió con la Revolución y que se materializó en la Constitución de 1917. Hoy, a poco más de 100 años, el Estado surgido a partir del postulado de “democracia y justicia social” se encuentra en una crisis de identidad, pues pareciera sometido a intereses rancios y reaccionarios que se cobijaron en las facilidades y bondades del liberalismo voraz que, históricamente, ha sometido y pauperizado a la población.

Nuestra generación tiene la obligación de definir el rumbo hacia donde habremos de encausar a México en los años por venir. Ya no bastan las buenas intenciones ni deseos sino que se requiere de acciones eficaces que encausen pasos firmes hacia el desarrollo y el bienestar, pues el Estado y sus instituciones tienen fuerza precisamente porque representan algo valioso, más grande que cualquier tipo de interés o mezquindad, que está fincado en el anhelo de un pueblo por lograr su bienestar y el de las generaciones por venir.

@AndresAguileraM