Desnudan ciclones la realidad nacional (última de dos partes)

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El ciclón “Odile” abrió la puerta de la mezquindad y la deshumanización en todo su esplendor y sólo fue el inicio de una cadena de sucesos deleznables que fueron característicos del desempeño social y gubernamental durante este fenómeno meteorológico. Primeramente, los sistemas preventivos en materia de protección civil brillaron por su ausencia.

El fenómeno meteorológico tocó suelo sudcaliforniano. Vientos con velocidades superiores a los 150 kilómetros por hora azotaron la infraestructura y los bienes que encontraron a su paso. La información no sólo fue escasa, sino nula para el turismo. El temor de los hoteleros por las posibles pérdidas económicas, los hizo poner en riesgo a su clientela. Cientos de turistas se refugiaban en sus habitaciones mirando impávidos como sus hospedantes, deliberadamente, los pusieron en un riesgo que, con un poco de humanidad, pudo haber sido evitado.

Los actos y robos se dieron al por mayor. Numerosos comercios y colonias se vieron asolados por la delincuencia. Cientos de personas ingresaban a los comercios y, lejos de que el pánico se apoderara de ellos y se robaran alimentos, las personas salían con electrodomésticos, pantallas y hasta las cajas registradoras de los comercios, como en un ánimo de revanchismo, con el pretexto de que, con motivo del siniestro, los seguros les responderían por los daños y pérdidas.

La delincuencia se abrió como condición humana y se extendió, lo que obligó a que residentes de la zona organizaran brigadas blancas y cuadrillas de seguridad para evitar el ingreso de maleantes a sus habitaciones. En pocas palabras el ciclón abrió un escenario cataclísmico, en el que predominó la ley del más fuerte y donde la autoridad, cuya principal obligación es brindar seguridad, brilló por su ausencia. Las policías locales y las pocas autoridades federales de seguridad desaparecieron del escenario. Durante 48 horas, el Estado desapareció y retrocedimos a lo más primitivo de la sociedad.

Tardíamente llegaron las autoridades que conforman el Sistema Nacional de Protección Civil. La policía tomó las calles y devolvió la seguridad, las dependencias militares y de marina iniciaron la implementación de los planes DNIII y Marina de las fuerzas armadas mexicanas. El sistema funcionó sí, pero de forma notablemente deficiente. Se desnudó una realidad que no podemos ocultar: tenemos un gran problema de funcionalidad de las instituciones, que impide que el Estado realice su función primordial: brindar seguridad.

@AndresAguileraM