El peor presidente…

“Será que hoy amanecí con el espíritu caído. El biorritmo destruido en este andar. O a lo mejor es que hasta hoy.

Nunca me habías hecho tanta falta como hoy…” Armando Manzanero

Ya se va, ya se va… pero, cantaría José Alfredo Jiménez, “estás que te va y te vas y te vas y no te has ido” de la presidencia prestada, negociada; nunca fue suya.

La semana pasada, temprano se despidió del estrellato, del poder que ha saboreado con fruición y ejercido como buscapleitos; aún tiene más de mes y medio para blandir el cetro de virrey --el rey de la comarca es otro—y hacer el papelazo en vivo y a todo color un día a la semana.

Aunque él cree estar en lo correcto y cree que los aplausos implican apoyo a sus desplantes y ocurrencia, mas no se percata de que las palmas entrañan complicidad de quienes son iguales: carentes de respeto para sí mismos y, sobre todo, para el ciudadano que les ha perdido el respeto.

Se llama José Gerardo Rodolfo y usted lo conoce. Es arbitrario e irreverente, contradictorio y falaz.

No, no es menosprecio.

Él es así y lo sabe y se regodea con su proceder y he ahí que, carente de brillo político porque es oropel y se creyó el cuento de hadas –segundo piso ascensor… de la 4T-- como el príncipe valiente que negoció con Su Alteza Serenísima y la Princesa Caramelo.

 ¿Poderoso? Sí, en esa mediocridad con la que ha transitado desde aquellos días de 1988 cuando fue candidato externo del Partido Mexicano Socialista a una diputación federal, pero se le peló.

Hizo fama como dirigente de la llamada Asamblea Ciudadana en Defensa de los Deudores de la Banca, por ahí de 1995 y se le tiró al piso al entonces presidente Ernesto Zedillo.

¡Ay, José Gerardo!

Sabía, lo sabe que nunca brillará en sociedad. Y no se trata de alusión clasista, no. Porque sin duda está convencido de que ser como es, implica el plus que pocos políticos pueden ejercer con esa naturalidad que ofende

Soñó con ser candidato a la Presidencia de la República pero debió admitir que su capital político y personal no le alcanzaba. Y no le alcanzó, pero, elemental, negoció y pataleó y amenazó con abandonar la barca de juntos haremos historia.

Elegido senador por la vía de lista nacional se encabronó porque le negaron apoyo para ocupar la coordinación de la bancada de Morena en el Senado, lo que habría implicado en automático presidir a la Junta de Coordinación Política.

Esa poderosa posición estaba destinada para la corcholata llamada Adán Augusto. Como fue.

¡Ajajá!”

“¡Ya me chingaron! Ya no aspiro a ninguna (posición en el Senado) y ninguna es ninguna”, dijo en conferencia de prensa ofrecida en el Senado. Falaz, aseguró que la presidenta electa Claudia Sheinbaum le había ofrecido una tarea que seguía valorando, pero no sería en el gabinete ni en el Senado. Corrían los últimos días de junio del año pasado, 2024.

Y mire usted, el 25 de agosto le cambió el semblante, el presente y el futuro. Ese día se incorporó a Morena y, el 28 de ese mes, fue nombrado presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.

¿Y?

Sin remordimientos ni falsos rubores, desde el 1 de septiembre del año pasado, 2024, ha ejercido la presidencia cameral como le ha venido en gana, por encima del Reglamento e impuesto sus contradictorias decisiones.

Lejos de ser presidente del Senado ha procedido como militante de Morena desde el escaño de la presidencia.

La semana pasada, le comentaba, se despidió de la presidencia cameral, aunque preside las sesiones de la Comisión Permanente.

Ejerce el poder a su libre albedrío, este personaje llamado José Gerardo Rodolfo, y paga el favor a quien le cumplió y le dio la presidencia cameral, aunque ella era presidenta electa, es decir, del Poder Ejecutivo Federal.

Lea usted y no se ría, porfis, frente a tanta genuflexión:

“Fíjense –contó en la conferencia ofrecida ayer lunes-- que estaba viendo ayer la fotografía de la compañera presidenta en Zaragoza, Veracruz, creo que fue, qué bella fotografía. Es una demostración gráfica de cómo está nuestro movimiento.

“La oposición dice que la dictadura, que está muy mal, que es el desastre, que es la catástrofe, pero abajo la gente está entregada a nuestro movimiento (…).

“Comparto con la compañera presidenta la preocupación, en todos mis discursos lo insisto, de erradicar el racismo, erradicar el clasismo, erradicar la misoginia, cualquier tipo de discriminación”.

En serio, señoras y señores, lo dijo este personaje que ha sido acusado de misoginia, que insulta y descalifica a sus pares, que niega posturas y, arrogante, desprecia a quienes no piensan como él que les considera enemigos del Movimiento de Regeneración Nacional (a) Morena.

Y hete aquí que la colega Diana Benítez le pidió su opinión respecto de una encuesta publicada ayer en El Financiero, en materia de percepción de políticos hacia 2030, en la que aparece en segundo lugar, después de Omar García Harfuch.

--Sí, mi proyecto hacia adelante es mantenerme vivo –zanjó graciosamente José Gerardo.

¿Congruente? ¿Ejemplo de pobreza franciscana que invoca el licenciado López Obrador? ¿Coincidente con el decálogo del buen militante y funcionario de Morena promovido por la ingeniera presidenta Claudia Sheinbaum?

¡Bah!

“Bueno –dijo hace unos días-- pero a ver, yo creo que se confunde, lo que yo haga con mi dinero, pues es mi derecho, no faltaba más, ahora resulta que yo no estoy justificando nada, pero si yo viajo como quiera, me hago una fiesta como quiero, compro lo que quiero, es mi dinero, es producto de mi trabajo. 

“¿Eso qué tiene que ver con las políticas públicas de austeridad? No tiene que ver absolutamente nada, entonces, yo no voy a calificar o a descalificar, pero creo que lo que alguien haga con sus recursos, pues es su responsabilidad, eso no tiene nada que ver con las políticas públicas de austeridad.

“A ver, si yo vengo de una familia adinerada y he repartido mi riqueza, ¿ya no tengo derecho a vivir como antes? ¿La casa que compré de manera legítima, con mi dinero, ya no tengo derecho a tenerla? Ahora resulta que tengo que mudarme a una colonia precaria porque eres de un movimiento de transformación. Yo creo que hay mucha crítica incorrecta en ese sentido”.

He ahí al peor presidente que ha tenido el Senado de la República. Y no lo digo yo, lo dicen incluso en las bancadas de Morena y del PVEM y del Partido del Trabajo –cuya militancia lo ha corrido de actos públicos—.

Pero, bueno, está que se va y se va y se va. Ya falta menos y nada le avergüenza. ¿Será que --como presumo en lo personal y comulga Félix Salgado Macedonio--, es incalumniable porque todo lo que digan de él, es cierto? Y no es broma. Bueno, siempre hay el riesgo de que la sucesora salga peor. ¡Chíngale, Drakko! Digo.

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

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@sanchezlimon1