La afrenta de la delincuencia hacia los mexicanos

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La Seguridad Pública vuelve a ser un tema de atención y relevancia pública y política. Tras el desastre ocasionado por la administración federal anterior y la proliferación de los focos rojos delincuenciales en la presente, la población vuelve a vivir  momentos de angustia y zozobra. El sentimiento de impotencia y vulnerabilidad ante el

embate de los criminales se incrementa día con día y permea en sectores, comunidades y poblaciones que –antes– se sentían ajenos a este flagelo.

La delincuencia ha demostrado que no tiene límites ni, mucho menos, códigos que respeten condición o circunstancia de persona, familia o grupo. Ellos cometen su funesta actividad con el único propósito de obtener dinero, en grandes cantidades, de forma rápida y con el menor esfuerzo posible. No les importa lo que tengan que hacer, no les interesa a quienes lastimen o –incluso– maten en el trayecto. Su único límite son sus propios intereses. Se bestializan a tal grado que no existe ni el más mínimo respeto por la condición humana. Para ellos, los derechos humanos sólo sirven para escapar de las instituciones de justicia; mientras que, para sus víctimas, no hay la más mínima consideración; sólo son cosas de las que pueden obtener dinero.

La afrenta en contra la totalidad del Estado Mexicano –población y gobierno– es frontal y cínica. Los delincuentes no tienen miedo a retarnos a todos, tanto a la población civil como al gobierno y a sus instituciones. Se burlan de nosotros con tal cinismo que indigna a niveles de odio. Atentan contra nuestra paz y tranquilidad; corrompen a funcionarios públicos, a representantes vecinales y hasta a la gente de a pié, para comprar desde su silencio, sus propiedades y hasta sus vidas y las de sus familias; al tiempo que desgarran e irrumpen en nuestro modo de vida y nos obligan a encerrarnos y escondernos de nuestras calles, de nuestros parques, de nuestros sitios públicos. Somos víctimas del miedo y del terror. Somos esclavos de esas lacras que no merecen ningún tipo de consideración.

Aunque parezca cliché, la seguridad es tarea de todos. Debemos sumarnos en esfuerzos para combatir a estos infrahumanos que no se tientan el corazón para infundirnos terror. Exigirle al gobierno que cumpla su parte del Pacto Social y que brinde seguridad y que castigue, de forma ejemplar, a los servidores públicos que se coaliguen y auxilien a los delincuentes; pero al mismo tiempo, debemos incrementar nuestra solidaridad y apoyarnos para evitar ser víctimas de estos sórdidos personajes. Entendamos que cualquiera –hasta los políticos– podemos ser víctimas de estos malandros. Por eso, más vale denunciar y obligar a las autoridades a que castiguen, de forma por demás ejemplar, a quienes atentan contra la vida de quienes decidimos vivir en sociedad.

@AndresAguileraM.