Una máscara y dos historias

Historia 1: La FIL “conservadora” 

El 03 de diciembre de 2011, la noticia se extendió por todo el país,

los memes no se hicieron esperar, las críticas ácidas fuero abundantes, el entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto, había acudido a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y ante el cuestionamiento del periodista español Jacobo García, corresponsal del periódico El Mundo sobre los tres libros que habían marcado su vida, vimos a un político que luego se convertiría en el Presidente de México, trastabillar, titubear y enredarse entre títulos, autores e historias para concluir “algunos pasajes de la biblia…porque no la leí toda”.

Diversas anécdotas se cuentan, pero una destaca sobre lo que fue calificado como una falta de respeto al prestigiado evento; el entonces presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados Porfirio Muñoz Ledo, sentenciaba: “México no puede volver a ser gobernado por un analfabeto”, mientras otro perredista, Mauricio Toledo, Secretario de la Comisión de Hacienda, se burlaba al señalar que “estamos ante el inusitado caso de un hombre que ha escrito más libros de los que ha leído”. Vaya ironías de la vida, el primero le entregó la banda presidencial el 1 de diciembre de 2018 a Andrés Manuel López Obrador (cuya ignorancia salta a la vista) y hoy es uno de sus acérrimos críticos, mientras el segundo abandonó el país, en julio de 2021, sin tomar protesta como diputado federal por el Partido del Trabajo (PT), acusado de enriquecimiento ilícito y se encuentra en Chile protegido por ese país, por contar con la doble nacionalidad.

Las notas periodísticas acreditan más de 60 mil tuits (hace 11 años apenas empezaba el auge de las redes), en los cuales hasta el hoy presidente daba rienda suelta a su imaginación y aprovechaba el momento para “llevar agua a su molino”, previo a la campaña electoral del 2012.

Ahora, en la edición número 36 de la FIL, que se celebra en Guadalajara, la actual diputada Federal por MORENA, Patricia Armendariz fue abucheada y criticada por los asistentes, luego de expresar una serie de alabanzas sobre el titular del ejecutivo federal y mostrar su enojo ante la reacción del público por “no reconocer” que “el presidente más liberal se llama Andrés Manuel López Obrador”, según dichos de la legisladora. Basto este detalle, para que el tabasqueño en su conferencia matutina calificara a la FIL como “un foro del conservadurismo”, al que por cierto no ha querido acudir, a pesar de las múltiples invitaciones que ha recibido.

¿Por qué entonces, la misma persona que celebraba y se mofaba de los equívocos de su adversario electoral en 2012, ahora se “indigna” y descalifica el reconocido espacio cultural por expresiones similares? La respuesta es simple: el antes opositor buscaba siempre un beneficio electoral, y tras obtener el poder público su objetivo no ha cambiado: la prioridad número uno de López Obrador es obtener votos y ahora lo hace con el aparato del Estado.

Historia 2: “Las señoras tienen dinero”

En el 2014 el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, se tambaleaba por la tragedia ocurrida en Ayotzinapa y la desaparición de 43 normalistas (asunto, por cierto, sin resolver por quien prometió hacerlo). Fue Carmen Aristegui una de las periodistas más cercanas del que ahora habita Palacio Nacional, quien asestó otro golpe brutal al gobierno federal, al dar a conocer la investigación sobre la llamada “casa blanca”, de la esposa del presidente, Angélica Rivera, mejor conocida como “la Gaviota” por su participación en una famosa telenovela.

La historia se desarrolló luego de una entrevista en la revista HOLA, donde la primera dama mostró fotos de “su verdadero hogar”, porque decía que “los pinos nos será prestado sólo por seis años”. La investigación de un grupo de periodistas evidenciaba, que la casa la había vendido el Grupo Higa al matrimonio Peña-Rivera por 86 millones de pesos, curiosamente dicha empresa se creó en el 2008 y fue beneficiada por millonarios contratos del entonces gobierno del Estado de México.

La lujosa residencia ubicada en las lomas, causo indignación entre la población porque hizo evidente el tráfico de influencias y la corrupción en la familia presidencial. Un video de la actriz empeoró la situación cuando dijo que la compra “era producto de su trabajo en Televisa” y sirvió, para que los entonces adversarios electorales, crearan toda una campaña que desde el poder opositor mermó la credibilidad del gobernante.

Todos los espacios fueron aprovechados, especialmente por los seguidores de la llamada izquierda. Las redes explotaron, las ofensas abundaron, los adjetivos se potencializaron y el ataque a la pareja presidencial se viralizó. Al cuarto año de su gobierno el mexiquense apenas si tenía 20 por ciento de aceptación ciudadana. Este hecho, permitió a López Obrador usar con mucha eficiencia su discurso contra la corrupción.

En las paradojas de la vida, Carlos Loret de Mola y Mexicanos Contra la Corrupción, dieron a conocer a través de Latinus, el estilo de vida del hijo mayor del presidente López Obrador, José Ramón López Beltrán. Una propiedad en Houston cuyas características hacían palidecer la casa blanca de “la gaviota”. La investigación dio a conocer que la mansión pertenecía a un alto ejecutivo de la empresa petrolera Baker Hughes, de la que Carolyn Adams, esposa de José Ramón es cabildera. Los jugosos contratos otorgados por PEMEX a dicha empresa ascienden a más de 151 millones de dólares.

Un dato sobresale en la historia de esta pareja. El primogénito de 40 años de López Obrador, había declarado que no tenía trabajo y no sabía a que se iba a dedicar luego de que su padre ganara la Presidencia de México, sin embargo los lujos y despilfarros económicos, así como viajes por el mundo, ropa y zapatos de marca del junior político y su familia eran exhibidos sin recato alguno, en las redes sociales de “la señora que tiene dinero”, que fue como la describió su empoderado suegro.

En dicha investigación, se dio a conocer que esa casa aparentemente “era rentada”, sin embargo también se supo que la pareja había adquirido una nueva residencia casi con las mismas características, “gracias al sueldo y trabajo” de la conyuge.

Esta información fue retomada por diversos medios de comunicación, que ampliaron sus investigaciones, entre ellos, la propia Carmen Aristégui, que pasó de ser “la valiente y reconocida periodista que descubría la corrupción de la mafia del poder”, a ser “una alineada al bloque conservador, que está en contra no sólo del presidente, sino de los “millones de mexicanos que apoyan su movimiento”.

Loret de Mola por su parte, fue calificado como “mercenario, golpeador, chayotero, etc.” y en lo que fue una burda demostración del poder público, el presidente de México, dio a conocer los supuestos ingresos del periodista, que según le fueron entregados por “el pueblo” y le exigió explicaciones sin tener ninguna atribución para ello.

Si las historias relatadas tienen los mismos componentes ¿por qué la interpretación presidencial es distinta cuando se trata de él, de su familia y de su gobierno? Reitero, porque lo único importante para el obradorato, es ganar elecciones a costa de lo que sea. El cinismo es el sello de su gobierno.

Podríamos abundar al respecto, sucede lo mismo en los temas de salud, de seguridad, de combate a la pobreza y la lucha contra la corrupción, del apoyo a los distintos sectores, pero estas dos historias son solo una muestra de la personalidad mitómana y codiciosa del actual “jefe de Estado”. Las incongruencias están a la vista por algo muy simple, el origen es el mismo, López Obrador, no puede negar su formación política. El poder no cambio al mandatario, sólo lo mostró tal cual es, cuando entró a Palacio y se quitó la máscara de la pureza.

Adriana Dávila Fernández

Política y Activista