Los gobiernos de Morena nos quieren mantener siempre en la burbuja de la popularidad y con la percepción
distorsionada de la realidad. Pero popularidad no es sinónimo de eficiencia, de capacidad o de responsabilidad.
Popular fue Pablo Escobar, a su funeral acudieron más de 25 mil personas que lloraban su muerte. Popular fue Hugo Chávez, entre 1 y 3 millones de venezolanos acompañaron su cortejo fúnebre.
Popular fue Adolfo Hitler, responsable del genocidio de poco más de 11 millones de personas.
Populares son Naasón Joaquín García, sentenciado por pornografía infantil y el impune Cuauhtémoc Blanco, señalado por abuso sexual.
En México, los datos duros evidencian el fracaso de la política pública, por eso, no importa que tan popular sea ahora la presidenta de México y cuánto nos presuman sus encuestas.
Si los niños con cáncer siguen sin medicinas; si continua la desaparición de personas; si las mujeres en México siguen siendo asesinadas; si la educación para nuestros hijos se estanca; si las voces libres son silenciadas y denostadas; si los contrapesos se están eliminando, si la corrupción sigue en aumento.
México no necesita una presidenta popular, sino una gobernante que le brinde futuro a las nuevas generaciones, que de resultados y que gobierne para todos.
Adriana Dávila Fernández
Política y Activista
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