UN NUEVO CAPITULO EN LA CRISIS DE VENEZUELA

LO BLANCO y LO NEGRO 
Han transcurrido más de tres meses desde que Venezuela entró, el 23 de
enero pasado, en una fase surrealista de su ya larga crisis política. Unos días solamente para el mensaje de “liberación” de Juan Guaidó y el inicio de una nueva lectura.
Durante todo este periodo de diversos sucesos, el presidente Nicolás Maduro ha seguido en posesión de atributos fundamentales del ejercicio del poder, tales como la jefatura de la administración pública o el mando de la Fuerza Armada, pero ha tenido que convivir con un presidente encargado en la figura del diputado Juan Guaidó, quien a falta de poder efectivo goza del apoyo del Parlamento, del reconocimiento de un grupo de países en su mayoría latinoamericanos y europeos, además de Canadá y, por supuesto, de Estados Unidos.
Si la cohabitación de dos presidentes en un mismo sistema político es absurda de por sí, más aún lo es que dicha situación se haya prolongado en el tiempo sin que se vislumbre una perspectiva clara de resolución. La realidad es que quienes dentro y fuera de Venezuela promovieron la ruta de la proclamación de Juan Guaidó como una alternativa política a un segundo mandato de Nicolás Maduro, lo hicieron sobre la hipótesis débil de que, en el marco de la profunda crisis económica, social y humanitaria que vive el país, el reconocimiento internacional masivo sería el elemento catalizador de un colapso institucional que llevaría, en cuestión de días, al derrocamiento de Maduro. Que la realidad fuera terca no estaba, sencillamente, en los planes.
El escenario que hoy nos ocupa en lo que parece ser un desenlace de la crisis venezolana nos permite hacer una recapitulación como al inicio de toda serie que inicia con su nueva temporada; empezando con el punto más importante que es que  Maduro se convirtió en un dictador absoluto en enero de 2016, cuando despojó a la Asamblea Nacional controlada por la oposición de prácticamente todos los poderes. La oposición había ganado las elecciones legislativas de diciembre de 2015 por una avalancha de votos, a pesar de leyes electorales injustas, el uso masivo de recursos estatales y la censura a la prensa por parte del régimen de Maduro.
Posteriormente, Maduro llenó el Consejo Nacional Electoral de rectores títeres de su régimen para evitar cualquier futura victoria electoral de la oposición. El nuevo CNE madurista convocó a una elección fraudulenta y creó un congreso paralelo con legisladores oficialistas, llamado Asamblea Constituyente. En otras palabras, Maduro usurpó los poderes constitucionales del Congreso y creó su propio poder legislativo.
Finalmente, Maduro se reeligió a sí mismo para un nuevo período en el cargo en una elección fraudulenta el 20 de mayo de 2018, sin permitir observadores internacionales creíbles y después de prohibir que los líderes opositores más importantes de Venezuela se presentaran como candidatos.
 
La rebelión en Venezuela muestra una cosa bastante clara pese a lo confuso de la situación y prueba otra. Muestra que los militares, la mayoría, siguen con Maduro. Y prueba que en los regímenes totalitarios como los de Cuba o Venezuela los militares, la minoría, desertan, no se sublevan.
La pelea de la gente de todos los días es por la subsistencia. O por irse. Pero la lucha que moviliza a decenas de miles de venezolanos no divide a las Fuerzas Armadas porque las Fuerzas Armadas ahora son del partido, no de la Patria. Como Cuba, Venezuela cambió la fórmula de lealtad militar. Era Patria o Muerte. Es Socialismo o Muerte.
También es evidente el aislamiento entre los países de la región con vocación de consolidar sus democracias. Algunos yendo mejor o bien y otros en vaivén. Caso contrario del Gobierno de México, el cual está en constante observación de lo que sucede en el país sudamericano, bajo el posicionamiento de rechazo a cualquier tipo de movimiento armado. 
Proclamándose antiimperialista, Maduro se recostó en Rusia y en China que son su Fondo Monetario a cambio directo de venderles empresas. Rusia es el segundo acreedor del país después de China. Y envió hace unas semanas al menos un centenar de soldados, luego de que en diciembre mandara dos cazas con capacidad nuclear.
En este capítulo inicial de una nueva lectura, no puedo dejar de señalar  es que mientras escribo esto, no está claro si el levantamiento militar liderado por Guaidó tendrá éxito, o será sofocado en cuestión de horas, y sus líderes arrestados o asesinados. Sobre todo que la dictadura de Maduro debe terminar por la fuerza pacifica, dentro de la constitución del pueblo venezolano con un restablecimiento de las libertades, la democracia y ante todo la protección de los Derechos Humanos. 
Pero aunado a lo anterior, un punto de análisis  que debe de estar claro es que lo que pasó en las últimas horas en Venezuela puede ser llamado un levantamiento militar, o una rebelión militar, pero no un intento de “golpe”. No puede haber un “golpe” contra una dictadura surgida de un golpe contra la Constitución.